"Pensemos en el falso sentido de urgencia que domina el discurso humanitario liberal-progresista sobre la violencia: en él la abstracción y la (pseudo)concreción gráfica coexisten en la representación de la escena de violencia -contra mujeres, negros, vagabundos, gays, etc.-: 'En este país se viola a una mujer cada seis segundos' y 'En el tiempo que te lleva leer este párrafo morirñan de hambre diez niños' son dos ejemplos de ello. Precisamente hace un par de años la cadena comercial Starbucks instrumentalizó este tipo de pseudourgencia cuando, en la entrada de las tiendas, unos carteles de agradecimiento al cliente señalaban que aproximadamente la mitad de los beneficios de la franquicia se destinaban a mejorar la salud de los niños de Guatemala, de donde procedía su café, de lo cual se infería que por cada taza que te bebías salvabas la vida de un niño.
Hay un límite antiteóricos fundamental a estas acotaciones de urgencia. No hay tiempo para reflexionar: debemos
actuar ahora. A través de esta falsa sensación de urgencia, el millonario postindustrial que vive en su retirado mundo virtual no sólo no niega o ignora la cruel realidad, sino que se refiere a ella constantemente. Como lo expresó no hace mucho Bill Gates: '¿Qué importan los ordenadores cuando hay millones de personas que mueren innecesariamente de disentería?'.
A esta falsa urgencia queremos oponer la maravillosa carta de Marx a Engels de 1870, cuando por unos momentos pareció que la revolución europea volvía a ser inminente. La carta de Marx expresa su pánico: ¿no pueden esperar un par de años los revolucionarios? Todavía no había cabado
El capital."
(
Sobre la violencia. Seis ensayos marginales, p15-16)