Estupor. Uno diría que el martes por la tarde medio país (entiéndase al gusto del consumidor el referente del término) estaba ante el televisor esperando la Declaración Unilateral de Independencia del Parlamento de Catalunya y, al concluir la retransmisión parlamentaria, probablemente fuera esa la sensación predominante en la mayoría de los espíritus: desde el desánimo a la perplejidad, desde la sorpresa a la indignación, la auténtica "ceremonia de la confusión" que Puigdemont y el bloque secesionista representaron tuvo más que ver con el asombro que con otra cosa. Dan fe de ello las reacciones de los miles de fervorosos seguidores del movimiento congregados en el Passeig Lluís Companys y recogidas en tantas fotos y filmaciones.
Siempre he respetado a Puigdemont y a Junqueras. Tal vez no posean gran talla intelectual y ni siquiera sean buenos oradores o brillantes políticos pero sí me han parecido, ante todo, honestos, que no es poco en los tiempos que corren. Frente a energúmenos tan intelectualmente débiles como la presidenta del Parlament u oportunistas de escasa fiabilidad moral como el expresidente Mas, representaban un proyecto claro y legítimo. De raíces supremacistas, seguramente, pero civilmente domesticado y con un peso argumentativo y racional a tomar en consideración, que estaban dispuestos a defender ante cualquiera y hasta el final. Aunque la pérdida de la ventaja moral de que gozaban los secesionistas se agudizó en septiembre pasado, durante la aprobación lamentable de las leyes de Transitoriedad y del Referéndum, hasta casi invertir la relación, el aprecio por el sentido de la dignidad y la coherencia políticas de ambos no se vio afectado. Después de lo del martes uno empieza a pensar que no son mucho mejores que esos políticos de mente estrecha y cálculo breve que dominan en el PP y el PSOE. ¿Tanta épica para acabar haciendo un teatrillo de marionetas? Porque, contra lo que piensa La Vanguardia, aliviada, lo que hicieron no fue política. Política hubiera sido proclamar solemnemente la independencia unilateral y afrontar valientemente sus efectos: los millones de catalanes que les siguen, es lo que esperaban y se merecían. Política también hubiera sido pensárselo bien antes de quemar las naves y emprender la aventura y sopesar los posibles desenlaces. No lo es dar marcha atrás ante un abismo que se aparece como inesperado. ¿Qué tipo de reacción europea se esperaban? ¿Se creían verdaderamente esos discursos de su entorno acerca de que los europeos preferían a los laboriosos y calmados catalanes antes que a los vagos y temperamentales españoles? ¿Se creían su retórica sobre el atractivo intrínseco de Catalunya para las grandes empresas? ¿Se creían que los catalanes contrarios a la independencia eran una auténtica minoría "españolista"?...
Como se señaló desde las CUP, el movimiento político más coherente del espectro secesionista*, se perdió una "oportunidad histórica". Posiblemente vendrán otras pero puede que tarden más de lo que muchos se piensan. Y, sobre todo, como esto no va de democracia sino que es una pura y dura lucha por la independencia, han perdido una ocasión de oro para poner su República en pie y han cedido la iniciativa, ahora, al Gobierno español.
Con todo, este paso atrás no es definitivo ni mucho menos. Aunque algunos secesionistas puede que marquen distancias con la estrategia de sus dirigentes, la gran mayoría ya está reinterpretando lo sucedido. T. ha pasado de los cincuenta, aunque no se haya apercibido de ello, ocupada como está en retratarse junto a su hija en escenas del estilo "dos hermanas en acción" o en posturas de estudiado erotismo inocente a lo "exhibo mi cuerpo sin otro objetivo que sentirme bien". Trabaja en el entorno de la CCRTV (Corporació Catalana de Ràdio i Televisió) y el procés le ha conferido un sentido histórico a su monótona existencia a la par que un notable y continuo suministro de emoción y adrenalina. No puede permitirse pensar críticamente: se le caería el mundo encima. Ayer escribió en un grupo de mensajería: "Jugada maestra del presidente!! (aplausos). Los contactos internacionales piden mediación. Rajoy no aceptará. Y entonces sí, en pocos días seremos independientes con el apoyo de Europa. Para entenderlo se necesita un nivel de inteligencia como el de los catalanes. 'Los demas no entienden nada, solo que se ha cagao' (risas hasta saltarse las lárgimas)". Acaba de hacer un 'touché' histórico. A toda Europa y a los grupos políticos de la oposición. Ahora todo lo que digan estos sonará ridículo o fascista. Muy bien presidente!! (más aplausos)". Lo dicho. La partida está, todavía, en sus inicios...
* Otra cosa es que la ideología de la CUP resista las pruebas más elementales de congruencia como lo muestra la perla que deslizó Anna Gabriel durante su turno parlamentario: ellos creían en una "independencia sin fronteras" (!!!). Cosas veredes amigo Sancho.
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