En el sentido en el que se hablaba el otro día, uno diría que, dado el actual predominio de las actitudes flexibles y las fronteras lábiles, en el ámbito de la moralidad individual sería preferible mantener la intransigencia en la valoración como ideal regulativo. Si en el ámbito de lo político y de la moralidad social, ésta podría limitarse a ciertas "líneas rojas" mayoritariamente consensuables y fomentar la tolerancia como eje de la convivencia, en el de la conciencia subjetiva tal vez ahora debería aspirar a evitar dobles raseros y excepciones a la norma a fin de preservar, en la medida de lo posible, el "trabajo de lo negativo", el ímpetu necesario de la negación, salvaguarda de la posibilidad de la libertad.
Y también por ello, en una situación de dominio del totalitarismo en lo político y en la ética social quizás debería cultivarse, por contra, la flexibilidad axiológica.
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