Aunque uno debería atenerse siempre que sea posible al
principio de mediocridad en su sentido más amplio y evitar, así, juzgar apresuradamente el contexto social e histórico en el que vive y considerarlo como central o decisivo, como eje que condicionará decisivamente el futuro, parece que quizás el "
procés" como se denomina aquí al empeño secesionista, haya llegado a un momento crucial en el que su suerte más inmediata esté a un paso de decidirse en buena medida.
El otro día uno de las almas simbólicas del movimiento, Vicent Partal,
advertía en un editorial con el título "Tremolen les cames?" que "
El 27 de setembre l’independentisme va guanyar amb claredat a
Catalunya. Vot a vot i escó a escó. L’independentisme va guanyar unes
eleccions extraordinàries, convocades com a plebiscitàries. Unes
eleccions que no van ser convocades per conformar un govern autònom amb
un programa per a governar l’autonomia, sinó per a avançar cap a la
independència en un termini breu. I no cal que recorde la campanya i el
joc brut que va haver-hi.
Malgrat tot, i contra tots ells, el país es va expressar amb la
màxima claredat imaginable. De manera magnífica. I això, la victòria, ha
activat la fase d’emergència a l’altra banda. Aquella que vam veure a
Grècia fa unes setmanes també: allò que la gent va guanyar a les urnes
no s’ha de poder aplicar i punt. I qualsevol mètode valdrà per a
impedir-ho."
("El 27 de septiembre el independentismo ganó con claridad en catalunya. Boto a voto y escaño a escaño. El independentismo ganó unas elecciones extraordinarias, convocadas como plebiscitarias. Unas elecciones que no fueron convocadas para conformar un gobierno autónomo con un programa para gobernar la autonomía, sino para avanzar hacia la independencia en un plazo breve. Y no es necesario que recuerde la campaña y el juego sucio que hubo. Pese a todo y contra ellos, el país se expresó con la máxima claridad imaginable. De manera magnífica. Y eso, la victoria, ha activado la fase de emergencia en el otro lado. Aquella que vimos en Grecia hace unas semanas también: aquello que la gente ganó en las urnas no se ha de poder aplicar y punto. Y cualquier método valdrá para impedirlo").
El editorial muestra ejemplarmente la estrategia que ha resuelto adoptar el ala más radical del secesionismo que es, en este momento, absolutamente hegemónica: negación de la derrota plebiscitaria para trocarla en un aval mayoritario a la independencia unilateral de Catalunya amparándose en un innegable triunfo electoral y desplazando el plebiscito a los arrabales del discurso.
Que el plebiscito, en cuanto tal, fue perdido por los secesionistas y que éste afectaba a la "Hoja de ruta", que preveía una DUI (
Declaració Unilateral d'Independència), está siendo ignorado absolutamente. No les falta razón a los secesionistas cuando discuten que el plebiscito lo fuera sobre la independencia pero lo que debería ser indiscutible, y ahora es falazmente ocultado, es que era sobre un plan que incluía la desconexión unilateral del estado español en 18 meses. Y se disimula, oscurece o reduce al silencio, que este plan fue rechazado por el pueblo catalán: aunque sólo fuera por unos miles de votos, lo cierto es que fue rechazado. Pero aquí el milagro nacionalista, que por ello tanto se parece a la religión, entra en funcionamiento: se niega cualquier evidencia contraria a su modelización de la realidad y se reinterpretan los hechos para concluir que, de hecho, el pueblo catalán votó mayoritariamente a favor de la independencia apoyándose en el reparto proporcional de escaños y releyendo los votos de Catalunya Sí que es Pot y Unió en clave secesionista. Ejercicio de prestidigitación que dice poco de quienes han asumido definitivamente las riendas del movimiento: los románticos intransigentes que, además, son - en su mayoría - fuertemente etnicistas.
No es algo que a uno le agrade lo más mínimo pues esta victoria de los románticos etnicistas en el movimiento y su voluntad firme y tenaz de seguir "hacia adelante" (o de "huir hacia adelante") pese a quien pese, pone los últimos mimbres precisos para levantar el escenario del "Guatemala o Guatepeor" y prefigura una serie de evoluciones posibles posibles que, aun en el hipotético caso del triunfo final secesionista, presumiblemente desembocarán en un estado fallido acompañado del riesgo de un enfrentamiento civil no sólo con España sino incluso en la propia Catalunya pue sno parece que los románticos etnicistas asimilen bien que existe otra mitad del pueblo catalán que se ha manifestado contra la independencia unilateral en un breve plazo.
Claro que, en la visión de los etnicistas, esta otra mitad no forma parte en rigor del "pueblo catalán"...
Y, mientras, en España parece que la balanza se inclinará hacia los más beligerantes con Catalunya. Cuando un periódico como
El País, habitualmente proclive al reconocimiento de la "singularidad catalana", es capaz de
titular "España fuerza en la ONU un mensaje contra el independentismo catalán" y subtitular "El Gobierno impulsa una declaración de Naciones Unidas que recalca el principio de la integridad territorial", olvidando que el texto aprobado señala que se debe "respetar el principio de la igualdad soberana de todos los Estados, su
integridad territorial e independencia política" pero también "el derecho a la libre
determinación de los pueblos", es que las aguas del nacionalismo español están empezando a agitarse y su espuma llega hasta las costas más morigeradas. Nada bueno.