La abolición de los límites, el
Truman's show, distingue, en la sociedad del espectáculo, la distribución de los antiguos papeles de actor y espectador y al hacerlo parece otorgarle a este último la engañosa posibilidad de protagonizar una Historia que funciona como una especie de “macrofestival”. Esta supresión de fronteras afecta también a la ya deteriorada separación entre “lo público” y “lo privado”. Si hasta el desarrollo de la radio y la televisión el espectáculo se constreñía al escenario, la vía pública o los salones que se abrían a los invitados, con el desarrollo de los medios de comunicación de masas el espectáculo invade la esfera privada, la coloniza: el espectáculo puebla no sólo el salón sino todas las dependencias de la casa - e incluso del trabajo - y las representaciones extienden su horario, su ámbito y su público cada vez más hasta rozar la frontera de la intimidad en la que en ocasiones consiguen penetrar. Con la Red, esta invasión se convierte en prácticamente total: las imágenes, ficciones y creaciones se infiltran en el antaño cerrado recinto íntimo y lo saturan.
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Observaciones anteriores)