Más liviandad teórica y menos brillantez retórica encuentra uno en
Adorno hoy día pese a que, como ya he dicho, su prosa guarde rescoldos
de su antiguo encanto. Así, sus aforismos son sentencias decoloradas,
sin fuerza, poco afiladas en su mayor parte, aunque de vez en cuando
consiga pequeñas joyas:
"Las capas superiores, cuyas maldades se han ido democratizando sin
cesar, dejan ver crudamente lo que desde hace tiempo es aplicable a la
sociedad: que la vida se ha convertido en la ideología de su propia
ausencia" (p191).
Mas la pérdida de fulgor de su
escritura no le ha hecho a uno tanta mella como percibir en la antigua
hondura del filósofo una ligereza y un apresuramiento en muchos de sus
juicios que no pueden ser atribuidos únicamente al carácter fragmentario
de
Minima moralia. Un par de muestras:
a) su
peyorativa consideración del cine, al que niega cualquier carácter
artístico y que lee, casi exclusivamente, como medio de adoctrinamiento y
enajenación de las masas. Escribe Adorno:
"La
refinada palabrería sobre el arte cinematográfico sin duda es cosa de
los escritorzuelos que quieren destacar, pero la apelación consciente a
la ingenuidad, a la apatía de los siervos, que desde hace tiempo se está
introduciendo entre las ideas de los señores, ya no tiene validez. El
cine, que hoy acompaña inevitablemente a los hombres como si fuese una
parte de ellos, es al mismo tiempo lo más alejado de su destino humano,
del que se va realizando día tras día, y la apologética vive de la
resistencia a pensar esa antinomia" (trad. de Joaquin Chamorro, p206); o
b) su crítica de cierta idea de la femineidad, tras la cual vuelve a aparecer justamente el estereotipo que pretende combatir:
"No
hay más que observar, bajo el efecto de los celos, cómo tales mujeres
femeninas disponen de su feminidad, cómo la acentúan según su
conveniencia haciendo que sus ojos brillen y poniendo en juego su
temperamento para saber cuán poca relación hay en ello con un
inconsciente resguardado y no estropeado por el intelecto. Su integridad
y pureza es justamente obra del yo, de la censura, del intelecto, y
es
por eso por lo que la mujer se adapta con tan pocos conflictos al
principio de realidad del orden racional. Las naturalezas femeninas son,
sin excepción, conformistas (sn)" (p95)
Asimismo,
se encuentra uno con reevaluaciones de su trayectoria que, de tan
excesivamente indulgentes, acaban afeándola. Por ejemplo, como disculpa
su falta de sagacidad al analizar el fenómeno nazi. Encuentra Adorno una
justificación que resulta difícil de digerir:
"La irrupción del Tercer Reich cogió por sorpresa a mis opiniones políticas, pero no a mis temores inconscientes" (p193)
Ha
sido difícil impedir que sus frivolidades y errores no taparan sus
hallazgos. Afortunadamente, pese a la levedad y la retórica agotadora,
en sus textos también se hallan espléndidas argumentaciones, como su
crítica al concepto de "autenticidad" o su anticipación de la estructura
del
double bind
de todo concepto propuesta posteriormente por Derrida. Adorno se apercibe de la contaminación
mutua de los opuestos en la versión
sui generis de la dialéctica
que sigue. Una relación que no se
resuelve, siempre, en una unidad superior que las engloba, lo cual le
permite, en determinados momentos, alcanzar brillantes resultados en la
crítica:
"Con ello ha
alcanzado el nacionalsocialismo la conciencia histórica de sí mismo.
Carl Schmitt definió la esencia de lo político directamente mediante las
categorías de lo amigo y lo enemigo. La progresión hacia esta
conciencia implica la regresión hada la conducta del niño, que o se
halla a gusto o siente miedo. La reducción a priori a la relación
amigo-enemigo es uno de los fenómenos primordiales de la nueva
antropología. La libertad consiste no en elegir entre blanco y
negro, sino en escapar de toda alternativa preestablecida." (p131).
"El
message se convierte en
escape: el que sólo atiende a
la limpieza de la casa donde habita olvida los cimientos sobre los que
está construida. Y lo que seríaa de verdad un
escape, la oposición
hecha imagen al todo hasta en sus constituyentes formales, puede transformarse en
message sin pretenderlo; es más, justamente por el terco ascetismo que rechaza a propuesta del primero" (p204).
"Lo auténtico, a lo que se reducen las mercancías y otros medios de cambio, adquiere el valor del oro.
Pero
como en el oro, la autenticidad abstracta de sus quilates se convierte
en fetiche. Ambos son tratados como si fueran el sustrato, cuando en
realidad no son sino una relación social, cuando
el oro y la
autenticidad son justamente expresión de la fungibilidad, de la
comparabilidad de las cosas, y por tanto no son en sí, sino por otro. La
inautenticidad de lo auténtico radica por ende
en que en la
sociedad dominada por el cambio, lo auténtico pretende ser aquello que
reemplaza no pudiendo de ningún modo serlo" (p155).
En fin. Siempre cabrá aducir que el problema no es Adorno, sino uno mismo y seguramente será eso...