28 de octubre de 2013

"Esa guerra de la mente que vamos perdiendo"





Como uno prometió, aunque equivocándose de fecha, para celebrar que Las vidas de las imágenes llega hoy a las librerías, dejo aquí el estupendo prólogo que Antonio Orihuela escribió para el libro  allá por el año 2009. Gracias Antonio, de nuevo.

"Tienen los textos de J. Jorge Sánchez, como altas cualidades, una naturaleza desasosegante y una extraña potencia para movilizar la conciencia más allá de los buenos deseos sin consecuencias. Es la suya una poesía absolutamente necesaria en estos tiempos dominados por los discursos blandos y complacientes. Siempre he pensado que todos nuestros poemas deberían tener el tono de los de J. Jorge Sánchez, porque si la poesía no tiene que competir con trenes de alta velocidad ni con ofertas del 3 x 2, tampoco tendría por qué reproducir las modulaciones de onda con las que nos trabaja la conciencia, los deseos y, en fin, el cuerpo todo, eso que llaman mercadotecnia.
La creación artística sigue siendo necesaria, nadie lo pone en duda, pero al mismo tiempo que necesaria es, como recordaba André Gorz, incapaz de creer en ella misma. Este libro de J. Jorge Sánchez se acerca a esa esquizofrenia, constituye una gran bofetada a sí mismo y al resto de los que hemos hecho del arte una coartada para ahorrarnos la liberación real. Esa es mi impresión de este libro, que no quisiera ser un fin en sí mismo, que quisiera, y gran parte de la obra de J. Jorge Sánchez insiste también en ello, no ser una obra de arte, sino un documento que inquiere el estado de cosas real y que nos invita a tomar partido, a posicionarnos frente a una construcción de lo real que no nos pertenece, que acaso, en tanto que sujetos revolucionarios, estábamos llamados a construir pero que, ¡oh, paradojas! lejos de hacerlo, resulta que hemos sido nosotros los construidos por ella. Y de esto trata Las vidas de las imágenes, del desasosiego de quien comprende que nunca hemos hecho solo lo que queríamos hacer, sino sobre todo lo que los otros y las imágenes preexistentes en nuestro mundo han decidido que debíamos hacer.
Hubo un tiempo en el que las imágenes / habitaban el mundo de los hombres. / En esta época que nos ha tocado vivir / son los hombres quienes se alojan / en el mundo de las imágenes. Esta es la radical inversión en la que vivimos desde que el mercado descubrió que la ideología le servía tanto para el consumo de sus productos como para la producción de realidad y el control sobre la población.
Con ello, la producción de imágenes no solo pasó a ser un inmenso yacimiento para el trabajo postindustrial, sino que también comenzó a explorar sus terribles posibilidades para producir confusión, parálisis social y finalmente anomia, desde el socavamiento simbólico, la mezcla de diferentes planos de realidad y la neutralización de la disidencia.
Los mensajeros de los amos del mundo, / mercaderes y banqueros, / dejan la redacción. // Han cumplido su cometido: distribuir el suficiente estrés. / La carga de tensión necesaria / para que esos transformadores que somos, / en cada caso, nosotros mismos, / aceleremos la producción de ser. // Lo de menos es si Williams está cuerdo / o no. Si no lo estuviera, dirían que sí / porque el auténtico mensaje es el código mismo. / Su organización afilada, tirante, / destinada a provocar las descargas nerviosas / que precisa el mantenimiento del delirio general.
Con cuánta razón nuestros abuelos llamaban al telediario «el parte», rememorando, en realidad, aquellos partes de guerra que conocieron cuando apenas nacía la radio entre las clases populares en España y que, perdiendo este nombre, ha conservado intacto todo su potencial como auténtica máquina de guerra destinada no a informar, sino a generar el estrés suficiente, al ritmo de las marchas militares con que avisan de su puntual y cotidiana presencia, como para recargar las pilas exhaustas / de los esclavos en esta economía de guerra total: / las pilas consumidas de los ilusionados y los alucinados.
Es verdad, los media no sirven ni al entendimiento ni a la imaginación, no se hicieron para eso, sino para gestionar el pánico colectivo, provocar interferencias de imágenes y textos, y banalizar a ambas
como espectáculo que nos vive: Con la mayoría de nosotros casi no habla: / ya nos lo dijo todo. La cuestión, como explicó Humpty Dumpty a Alicia, no es si las palabras pueden significar muchas cosas diferentes, sino quién va a ser el dueño, eso es todo. Más allá de las palabras es necesario querer que nuestros actos desborden su intención, pues no otro es el precio de su realidad.
J. Jorge Sánchez hace diana cuando sitúa en La salida de la fábrica el origen de la espiral de silencio donde nos encontramos: Quienes salían no eran, únicamente, los obreros, también salían por aquellos haces de luz el poder dominante y sus intenciones no manifiestas, porque qué cierto es que el puro realismo es una burda estafa, otra manera de ocultar, no tanto por lo que aparece en los medios, sino por lo que desaparece y se oculta en ellos. Tal vez porque el enmascaramiento y la ocultación, el silenciamiento y la desaparición, sean la misión medular que tienen asignada los medios.
Sobre la producción de ruido mediático y la saturación de las retinas se extiende la espiral de silencio en la que nos miran las imágenes, en la que nos viven y con la que nos movilizan. La espiral genera un circuito que no puede ser más grave, nos condena a una regresión de las conciencias cuyas consecuencias presentes están engendrando los más peligrosos abismos de la irracionalidad humana y
social. J. Jorge Sánchez lo adelantó ya hace unos años en un impecable documento poético, Del Tercer Reich, y deja aquí, en Las vidas de las imágenes, algunas trazas de ese insondable construido hoy por la razón cínica posmoderna y el neoliberalismo económico, tan magistralmente traídos a colación en su poema «La lista de Schindler»: Yitzhak, / esas letras apretadas, / sin otro atributo que la tinta de la máquina, / no son el bien absoluto. / Esos signos han dividido. / Al abrir han cerrado. / Al incluir han excluido. / Al hacer posible han imposibilitado. // Por todo lo que han dejado fuera son, también, el mal absoluto.
A estas alturas, la pregunta ya solo puede ser ¿Y cómo escapar de este estado de cosas? y, más aún, sobre todo, ¿cómo saber que hemos escapado y no apenas dado un nuevo vuelco a la industria de la cultura incrementado con nuestra disidencia la oferta? Desde luego la demencia no nos asegura nada, en el peor de los casos incluso puede ser aprovechada para vender dementes y el triste ejemplo está en la cabeza de cualquier lector de poesía, los mantras tampoco aseguran nada... Puestos a elegir, me quedo con el criterio cuantitativo sobre el que ironiza Jorge Riechmann en su libro Bailar sobre una baldosa: «De La buena suerte —cuento de autoayuda para ejecutivos, escrito por los ejecutivos Fernando Trías de Bes y Álex Rovira— se han vendido unos 700 000 ejemplares en el mundo entero. De mi último libro de poemas, Anciano ya y nonato todavía, están ahora imprimiéndose 500 ejemplares... Proporción 1/1400; todo en orden...», pero, para que uno ironice sobre este todo en orden, es necesario saber que uno cuenta con algunas herramientas, con cierta estrategia. J. Jorge Sánchez despliega algunas y creo que merece la pena detenerse en ellas porque, en efecto, la metáfora del fuerte bien puede ser el presagio de la pronta conversión del asedio. Las estrategias de repliegue y resguardo bien pueden preceder a la exploración del mismo territorio pero con los ojos nuevos del undercover, con la vida de nuestros propios ojos y no con la que las imágenes habían infundido en ellos. Con esas estrategias bien puede crecer la resistencia y desde ellas tal vez se pueda localizar a los otros, los necesarios otros sin los que la alteridad prometida por las solas imágenes es imposible.
Sería entonces esta la estrategia del desertor, la del agente secreto, sí, la que parte del vacío de sentido para explorar desde allí nuevas posibilidades de existencia colectiva y un compromiso con la Historia y con los demás. Durmientes enviados a territorio enemigo con el objetivo /... / Espías de lo inerte... / Agentes de Dios coleccionando retazos para / entregarlos al ser que aún no sabe que es / Confidentes de la naturaleza que transmiten / —en código cifrado— / informes que esta analiza sin descanso, / nerviosamente, buscando su autoconservación. / Observadores leales a la inconsciencia originaria / recabando representaciones para el mapa del deseo interminable. // Saboteadores financiados por la nada / … / infiltrados de la conciencia. Ofreciendo gratis, en un mundo donde todo está en venta, una existencia autoconsciente y libre, lo suficientemente libre como para no detenerse a las puertas de la fábrica.
En esta disyuntiva estamos, o bien nos seguimos ofreciendo como tributos al Capital o bien reivindicamos el esfuerzo por devolver a los seres humanos su primordial energía de sensibilidad e inteligencia. Aquí, en esta dialéctica nos debatimos, porque la persistencia de la Sociedad Posmoderna solo puede ser el presagio de un futuro destruido y quebrado, necesitamos producir, hoy más que nunca, lo que no existe pero que debería existir.
Y ahora, pequeños Buzz Lightyear, no se aflijan, somos muchos los que seguimos enviando mensajes al Mando Estelar en espera de instrucciones, este libro os puedo asegurar que contiene algunos muy valiosos, y, por favor, no arranquen ninguna página: / poco podrán entender si lo hacen.
Antonio Orihuela
Lago de Proserpina, primavera de 2009"