17 de octubre de 2013

Crónica de la Nueva Edad (17/10/2013)


El pasado domingo pasee con mi madre por Nou Barris. El día anterior, nada interesante. Mientras deambulábamos por el barrio hubo un par de detalles que le llamaron a uno la atención:

- la gran cantidad de locales comerciales que han echado el cierre en los últimos meses, algunos con menos de un año de vida, prueba de que lo más duro de la crisis no está claro que haya pasado, como vaticina ese cenizo tan acertado en ocasiones que es Niño Becerra. No hay muchos motivos para el optimismo. Tampoco ayuda el hecho de que tres de mis siete compañeros de clan de Call of Duty que tenían trabajo han pasado a engrosar de nuevo la cola del paro;

- por primera vez uno se fijó que, en este barrio inmigrante y donde predomina la lengua castellana, también han aparecido "estelades". Son pocas y localizadas sobre todo en edificios relativamente recientes pero es un dato a tener en cuenta sobre todo porque va acompañado de su némesis en un barrio tradicionalmente hostil a las explosiones nacionalistas de cualquier signo. No me gusta demasiado ver banderas independentistas - sufro su alarde agobiante en Gràcia - pero he de reconocer que me gusta todavía menos ver banderas de España en los balcones. Es una cuestión subjetiva, estética, ante todo, pero ver en el barrio de mi infancia rojigualdas no resultó nada agradable y no me pareció un buen síntoma.

Por otro lado, pasados varios días de la manifestación del 12 de octubre he tenido ocasión de recoger algunas impresiones. Un amigo independentista moderado se confesaba espantado por la cantidad de gente que asistió. Si se compara con anteriores años, efectivamente, hay que señalar que fue un relativo éxito. Mas eso, relativo. No se pueden lanzar las campanas al viento como han realizado algunos medios españoles, ni ponerla en el fiel de la balanza para igualar el 11-S de 2012. La hegemonía, en el sentido gramsciano, es, hoy por hoy, secesionista, guste o no.

Ahora bien, los secesionistas más intransigentes deberían estar atentos a algunas señales:

- a esta manifestación asistieron, preferentemente, españolistas que no es lo mismo que unionistas: todos los españolistas son unionistas pero no todos los unionistas son españolistas. Alguna gente que conozco, bien partidaria de un sistema federal, bien autonomista, bien confederal, bien que no desea enfrentarse a incertidumbres, que de todo hay, jamás asistirá a manifestaciones de este tipo. No deberían confundir, en el cálculo político, unionismo con españolismo y concluir que los unionistas carecen de fuerza y de proyecto: no son hegemónicos, cierto, pero la hegemonía no asegura la victoria ni mucho menos;

- la tesis del "batustán" debe ser contemplada como una posibilidad algo más que remota. Un ejemplo es la argumentación al respecto vertida por Francesc Granell en una entrevista que El País titulaba "Cataluña sería un estado fallido como Somalilandia", que hallé en el Blog de Xavier y que un amigo me envió, también, por correo;

- el llamado "discurso del miedo" empieza a articularse y es un discurso tan peligroso como el del entusiasmo que practican Mas y sus adláteres. Como señala Jordi Ramírez, está por ver que el pensamiento de Hobbes no siga siendo pertinente y el miedo sea un factor más importante que el entusiasmo en la constitución y preservación de los agregados humanos. Ventilarlo con un simple "No s'ha de tenir por" sería, en la modesta opinión de uno, un gran error. Es un discurso tan legítimo como el del entusiasmo y, al tiempo, tan ilegítimo, por su fundamentación irracional, como éste.

Por último, ayer me encontré con D. un ferviente catalanista pero unionista. Botifler, le llamarían algunos. Ante una cerveza me explicó que la semana pasada, en una reunión de profesores, los secesionistas más radicales presionaron lo indecible para que el claustro se pronunciara sobre un asunto político relacionado con la independencia. Se salieron con la suya a medias pero no quedaron satisfechos en absoluto y, lo peor, no repararon en que votaron en contra de su propuesta secesionistas, unionistas y españolistas. D. estaba contento por ello. Uno no especialmente. Él ve la génesis de una "tercera vía". Uno no lo ve demasiado claro. En cualquier caso hay que tener cuidado con los ritmos y la presión. La propia naturaleza de un "movimiento" consiste en estar en contínua marcha pero si se pasa uno de revoluciones el resultado puede ser desastroso.