26 de abril de 2012
Solzhenitsyn y el exceso (IV): nazismo y bolchevismo
Comparar el nazismo con el bolchevismo/comunismo es pertinente siempre y cuando se sea cuidadoso con los parámetros respecto a los cuales se realice. No es lo mismo encarar ambos entramados ideológicos que las prácticas de los respectivos regímenes políticos, sus políticas educativas, sus producciones artísticas, etc. Pero Solzhenitsyn, preocupado por mostrar la verdadera realidad del totalitarismo bolchevique, no es cuidadoso al ponerlos en la balanza y desatiende los matices para no poner en riesgo su fantasmática. El problema es que, inadvertidamente, esa falta de atención al detalle acaba volviéndose en su contra y su empeño en aseverar el carácter criminal del bolchevismo, asimilándolo al nacionalsocialismo, es tan furibundo que, en ocasiones, comete grave e inadmisible imprudencia de ver una criminalidad mayor en el comunismo y exculpar al nazismo.
Tres ejemplos de esta comparación poco atenta a trazo fino y que acaba en afirmaciones esperpénticas:
a) La comparación entre la Gestapo y el MGB (antecedente del KGB):
"Es imposible evitar la comparación entre la Gestapo y el MGB: hay demasiadas coincidencias, tanto en los años como en los métodos. Más natural aún es que las comparen quienes han pasado por la Gestapo y por el MGB, como Yevgueni Ivánovich Dívnich, un emigrado. La Gestapo lo acusó de actividades comunistas entre los obreros rusos de Alemania; el MGB de contactos con la burguesía mundial. Tras comparar, Dívnich saca una conclusión desfavorable para el MGB: aunque en ambas partes torturaban, la Gestapo buscaba la verdad y, cuando la acusación quedó refutada, soltaron a Dívnich. El MGB no buscaba la verdad y cuando agarraba a uno no estaba dispuesto a soltarlo de sus garras (sn)." (p179-180)
Sabemos que al Departamento IV-B de la Gestapo dirigido por Eichmann la verdad no le interesaba en demasía, que sus métodos eran distintos, radicalmente distintos, de los del MGB y que auqellos judíos que caían en sus garras difícilmente se les soltaba en otro lugar que no fuera Auschwitz. Solzhenitsyn debería haberlo sabido y no dar pábulo a la opinión de Dívnich que hace suya. Tampoco otras secciones de la Gestapo se distinguieron por hacer de la investigación criminal y la búsqueda de la verdad su estandarte. Tan sólo la Kripo (Policía criminal) dirigida por el problemático Arthur Nebe (exterminador de judíos y conspirador antinazi al mismo tiempo) podía exhibir, con matices, esa pátina de respetabilidad. Que en una comparación como esta sea la Gestapo la que salga beneficiada dice poco de la objetividad de Solzhenitsyn.
b) La atribución del exterminio de más de dos millones de soldados soviéticos prisioneros de guerra en campos de prisioneros alemanes al propio Stalin y no al régimen nazi.
"De aquí y de allá van llegando poco a poco las explicaciones: la URSS no reconoce la firma de Rusia en la Convención de la Haya sobre prisioneros de guerra, por tanto no contrae ninguna obligación respecto al trato de los prisioneros, ni exige ninguna protección para los suyos capturados por el enemigo. La URSS no reconoce a la Cruz Roja Internacional. La URSS no reconoce a sus soldados de ayer: no le trae cuenta socorrerlos en el cautiverio (sn)." (p257)
La mayoría de los historiadores más documentados y ecuánimes de ese período sostienen que si más de dos millones de soldados soviéticos murieron de inanición en los campos alemanes durante los dos primeros años de la contienda no fue sólo, ni primordialmente, porque la URSS se desentendiera de ellos. Debe atenderse a una primera circunstancia: un ejército en desbandada y diezmado en los primeros meses y un régimen que se tambaleaba, difícilmente podían hacer mucho por sus prisioneros de guerra. Es difícil imaginarse a los trabajadores soviéticos en las fábricas de los Urales confeccionando paquetes de ropa, o alimentos, para los prisioneros cuando apenas pueden suministrar armas a sus combatientes (se dice que en Stalingrado, en algunos momentos, llegó a haber un fusil para cada diez soldados...). Por otro lado, aunque no hubiera sido así, los historiadores convergen en afirmar que la decisión de no hacerse cargo de los prisioneros soviéticos amparándose en que la URSS no había firmado la convención de La Haya, existió desde los primeros tiempos de la invasión alemana. La justificación encubre una decisión política que Raoul Hillberg ha documentado con claridad (hasta el extremo de demostrar que la muerte de millones de prisioneros de guerra se debió a la decisión de no alimentarlos y que, por ejemplo, también hubo un plan para exterminar a todos los soldados prisioneros de origen judío y sospechosos de simpatías bolcheviques, La destrucción de los judíos europeos, p366ss). Solzhenitsyn debería haber evaluado esta posibilidad antes de adjudicar tan taxativamente el crimen y eximir de él a unos nazis que, en su narración, se comportan extraordinariamente bien (!) con los prisioneros de guerra occidentales porque sí que habían firmado la Convención.
c) Finalmente, por lo patético, cabe citar, por ejemplo, la descripción de las vicisitudes del renegado Kaminski, SS-Brigadeführer y jefe de la SS Sturmbrigade R.O.N.A (Brigada de Liberación Nacional Rusa de las SS) que ilustra hasta qué punto el feroz anticomunismo puede llevar a cometer no sólo inexactitudes, valoraciones poco ajustadas a la realidad sino también evaluar moralmente de manera reprobable.
"La brigada de Kaminski, formada en Lokot, en la región de Briansk, se componía de cinco regimientos de infantería, un grupo de artillería y un batallón de tanques. En julio de 1943 se encontraba en una franja del frente cercana a Dmitrovsk-Orlovski. En otoño uno de sus regimientos defendió firmemente Sevsk hasta perder el último hombre: las tropas soviéticas remataron a los heridos y al jefe del regimiento lo llevaron a Ostras, atado a un tanque, hasta matarlo. Cuando la brigada hubo de retarse de Lokot, su región natal, lo hizo en una sola columna, con sus «millas y sus carros, formando un éxodo de más de cincuenta mil personas (¡ya podemos imaginarnos cómo peinaría el NKVD esta región autónoma antisoviética nada más entrar en ella!). Más allá de Briansk les aguardaba un largo y amargo periplo: esperaron en forma humillante a las puertas de Lepel, los utilizaron contra los guerrilleros y más tarde tuvieron que replegarse a la Alta Silesia, donde Kaminski recibió la orden de aplastar la insurrección de Varsovia y no fue capaz de desobedecer (sn). Partió con 1700 hombres solteros que llevaban uniforme soviético y brazaletes amarillos. Así era como entendían los alemanes todas esas escarapelas tricolores, el campo de San Andrés y la efigie de San Jorge Victorioso. Entre el ruso y el alemán era imposible que hubiera traducción, ni comunicación, ni entendimiento." (p304)
Solzhenitsyn olvida en su bucólica descripción que el "pobre" Kaminski se distinguió por su crueldad en la represión del levantamiento de Varsovia: saqueos, violaciones, ejecuciones en masa, torturas, asesinatos de mujeres y niños... Fue ejecutado por las propias SS por crímenes de guerra (!) a instancias de Bach-Zelewski, el SS-Obergruppenführer encargado de dirigir la represión, aunque este episodio está por establecer indudablemente ya que, según otras fuentes, fue asesinado por orden de Himmler.
Para hacerse una idea de las implicaciones morales de la benévola estampa ofrecida por Solzhenitsyn, otro escritor de menor talla pero algo mejor informado hace una breve reconstrucción de la figura de Kaminski algo más ajustada a lo que los historiadores han reconstruido. Se trata del celebrado (!) y sensacionalista Sven Hassel que en Commando "Reichsführer" Himmler escribe:
"La carencia de formación militar del llamado teniente coronel Oskar Dirlewanger y del maestro de escuela ucraniano Miczyslaw Kaminski eran compensadas por una inimaginable rivalidad de terribles crueldades. Incendiando y asesinando como salvajes, las brigadas SS de estos dos forajidos avanzaban hacia el centro de Varsovia. Todo cuanto se encontraba en su camino -polacos e incluso alemanes del Ejército- era exterminado.
Dos pirámides de cabezas cortadas señalaban el Cuartel General de Kaminski. En cuanto a Dirlewanger, coleccionaba manos cortadas. Horrorizado, el general Hans Guderian, mayor general del Ejército, protestó cerca de Hitler y exigió no sólo la retirada inmediata de Varsovia, de las Brigadas SS, sino también la comparecencia, ante un Consejo de guerra, de sus dos jefes. De lo contrario, el general Guderian amenazó con presentar su dimisión en el propio campo de batalla.
El jefe de brigada SS Fegerlein, pariente de Eva Braun, amante de Hitler, informó también a Hitler que los sádicos individuos reclutados por Dirlewanger y Kaminski eran, simplemente, criminales de Derecho común, y que sus acciones superaban, en horror, a todo cuanto habían visto en las guerras precedentes. Si no se ponía fin a tales cosas, éstas arrojarían una mancha indeleble sobre el honor del Ejército alemán.
A regañadientes, Hitler accedió y ordenó a Himmler la retirada de las dos Brigadas, que serían remplazadas por una División de Waffen SS. Sólo entonces aceptó capitular el general Bor-Komorovski. Pero Himmler mantuvo secretamente a sus órdenes a ambas Brigadas.
El oficial SS Morgen, encargado, por el Consejo de guerra, de efectuar una investigación sobre los antecedentes de Kaminski y de Dirlewanger, desapareció sin dejar rastro
. El 23 de diciembre de 1944, una bala, disparada, sin duda, por orden de Himmler, dio muerte a Kaminski, el cual se había convertido en un testigo incómodo. En cuanto a Dirlewanger, fue hecho prisionero, a finales de febrero de 1945, por los partisanos polacos, quienes lo asaron a fuego lento." (p383).
Del cruel asesino Kaminski de Hassel al Kaminski perseguido por los bolcheviques que salva a sus fieles del exterminio y que no es capaz de desobedecer la orden de aplacar la insurrección de Varsovia en la que, al parecer y con lo prolijo en detalles que es Solzhenitsyn, no sucedió nada digno de mención que no fuera una batalla militar, media demasiado moralmente hablando por no entrar en cuestiones de conocimiento histórico...
Tres muestras más de los excesos de Solzhenitsyn.