Del libro de Žižek uno ha retenido fundamentalmente los acuerdos, las proximidades: la crítica al relativismo y al multiculturalismo narcisista de las "pequeñas diferencias" que aplasta la universalidad del proyecto emancipador extensible a la totalidad de la especie humana ("ni griego ni judío, ni hombre ni mujer"), el rechazo de las alianzas tácticas o la tolerancia con los fundamentalismos ("habría que rechazar el peligroso lema de que 'el enemigo de mi enemigo es mi amigo', que nos lleva a descubrir un potencial 'progresista' y antiimperialista en los movimientos islámicos fundamentalistas"), la potencialidad política de la interrupción del curso de los acontecimientos, de la pausa, de la necesidad de parar, la reivindicación de un programa fuerte del comunismo para dotar de contenido empírico concreto a la Idea o, sobre todo, la denuncia de las aberraciones criminales del sistema capitalista: "El colapso financiero hizo imposible ignorar la descarada irracionalidad del capitalismo global. Se pueden comparar los 700.000 millones de dólares gastados solamente por Estados Unidos para estabilizar, con el hecho de que, de los 22.000 millones de dólares prometidos por las naciones ricas para contribuir al desarrollo de la agricultura en las naciones más pobres, solamente 2.200 millones se han hecho realidad hasta la fecha" (p95).
No obstante, uno no ha podido evitar retener, también, una discrepancia severa en torno a la consideración de los pilares de la Idea comunista que, según Žižek la distinguen a lo largo de la historia desde Platón:
"Hoy, más que nunca, hay que insistir en lo que Badiou llama la Idea 'eterna' del comunismo o los 'invariantes' comunistas; los 'cuatro conceptos fundamentales' que actúan desde Platón, a través de las rebeliones milenarias medievales, del jacobinismo, el leninismo y el maoísmo: la estricta
justicia igualitaria, el
terror disciplinario, el
voluntarismo político y la
confianza en el pueblo. Esta matriz no ha sido superada por ningtuna dinámica posmoderna, posindustrial, o pos lo que uno quiera" (p145-146).
Nada que objetar respecto a la justicia igualitaria, la confianza en el pueblo o el voluntarismo político pero el "terror disciplinario" no cree uno que forme parte, necesariamente, del ideal comunista/comunitario a lo largo de su historia. Más bien es parte fundamental de una interpretación restrictiva y proclive a la tentación totalitaria de este ideal.