22 de noviembre de 2009

Cioran y los límites de la impostura (I)



Que Cioran, como Bukowski, fue un gran impostor es algo difícil de discutir. Que de la misma forma que, por ejemplo, en el caso de Heidegger es una ingenuidad traspasar mecánicamente las fronteras entre texto y vida, también. Que, con todo, entre impostura e ironía no hay una traducción automática y que el recurso a calificar un determinado discurso como irónico a fin de evitar que su crítica se convierta en una descalificación global es, muchas veces, el último asidero ante la convicción moral de que las imposturas tienen unos límites más allá de los cuales ya no son imposturas sino verdaderas posturas, me parece que también.

Viene todo esto a cuento de la veneración que se sigue profesando a un impostor como Cioran y de las demoledoras críticas que se pueden vertir sobre la falta de límites de su impostura: una falta de límites que la troca en postura y de la cual se aduce como última defensa -la aducía el mismo Cioran- que la impostura fabricada no es más que ironía y según ese modelo ha de ser leída.

El pasado 7 de noviembre, Felix Romeo en ABC recogía una lista ligera, pero sangrante, de la impostura de Cioran. Reproduzco aquí, sin autorización escrita todavía, lo que decía Félix y que puede encontrarse en la hemeroteca de ABC.

"Pablo, músico, veintipocos,
me habla, con la distancia
que le produce un dolor tangible, de
su fascinación por Cioran.

Mi amigo Chusé Izuel, que se suicidó
en 1992 a los 24 años, edad a
la que Cioran (1911-1995) todavía no
había publicado su primer libro, también
estaba fascinado por el escritor
rumano, y por Nietzsche, o viceversa.

Siempre sentí rechazo por ambos.
Me parecían dos embaucadores.
Como soy un iluso, pensaba que
las paparruchas de Cioran habrían
dejado de interesar. Me equivocaba.
Seducen, y mucho.

No sé si alguien se dedicará a refutarlas,
pero me apetece empezar
esbozando una crítica impresionista,
pero con dirección única, antirrelativista.

Antirrelativismo es una palabra
horrible pero expresa el rechazo del
pensamiento de quienes quieren una
vida para ellos, que suelen llevar una
bastante aceptable, y una vida muy
diferente para los demás, que suelen
tenerla apaleada o mísera o esclava
o todas juntas. Así, Cioran.

Cioran no paraba de hablar del
suicidio [del suyo, supuestamente]
pero nunca se suicidó. Vivió 84 años,
y lamayoría de ellos cómodamente,
gracias a los derechos de autor que
Gallimard, y el resto de sus editores,
fundamentalmente en «Occidente»,
le pagaban.

Cioran decía que Europa estaba
podrida después de Hitler, pero él
había sido uno de los defensores de
Hitler. Como se puede leer en un libro
traducido hace unos meses al francés,
La transfiguration de la Roumanie
(L’Herne).

Cioran decía que el futuro estaba
en Latinoamérica, pero él vivía en un
céntrico apartamento de París... y no
creo que tuviera intención de hacer
las maletas.

Cioran decía que España era un
país maravilloso, porque estaba poco
contaminado por Europa, pero él
vivía, mimado, en un país cuyo proyecto
pasaba, y pasa, por Europa.

Proclamaba su derecho a la sinceridad
sin piedad, pero creía que la
extensión de ese derecho no traería
nada bueno.

Cioran decía que la Historia importaba
un carajo, pero estaba obsesionado
con maquillar la suya. Depuraba
(y ocultaba) sus libros rumanos. Lo
consiguió, mientras vivió.

Incluso Norman Manea, que tiende
a disculpar a Cioran, me dijo: «Es
un poco ridículo y difícil de justificar
frases como que Hitler es el mejor
hombre de la Historia»."