Para Sonia Fides
En el coche,
sonando a todo volumen Wilco,
las barras de pan recién hecho en el asiento delantero,
la espalda sudada,
los músculos aún tensos por el esfuerzo,
mi hijo sonriendo en el asiento de detrás,
el partido acabado
y el poema también,
listo para publicarse algún día (que nunca se sabe cuándo llegará),
la ciudad bañada
por un sol que parece haber puesto fin, hoy,
al invierno climatológico,
(al de la historia nunca se lo podrá poner) y
la calle Mallorca inusualmente vacía,
adelanto, cambio de carril,
freno,
miro alrededor mientras el semáforo está rojo y
todo parece sencillo.
La luz brilla en el asfalto con tanta frescura
que deseo que el trayecto se prolongue
cinco o diez minutos más
para seguir sintiendo que hay momentos
en que estar arrojado en la existencia
es sólo un estado de ánimo.