4 de marzo de 2009

Un poema de Ramón Sanz


De La lluvia en los relojes (2003).


"Hay un morir que no se llama muerte


Del pájaro negado por el aire,
hay un volar que no llamamos tiempo.
Hay un morir que no se llama muerte
y, como no hay palabras, es perfecto.

Todo es mentira, en cuanto se declara.
No quedan más que este dolor sin nombre
y esta luz en difícil vuelo oscuro
y este hueco de olvido, pulso agónico
de insólito silencio, porque se oye.

Si todo es noche ya, qué alumbra el verso.
Su luz gramática no tiene espacio.
La claridad del fuego no es la llama.
Un nombre no es un signo de cordura
ni de emoción. Como el frío cristal,
ni conoce el dolor, nombre sin cosa.
Fuera del aire, el pájaro, o su signo
- hipótesis verbal, animal mínimo -,
ya sólo es cierto en la quietud, el propio
laberinto de líneas acabadas,
trama de sílabas en que lo apresa
la mano en tiempo y en espacio y muerte."

Ramón Sanz es un gran poeta que ganó en el 2002 el Premio Esquío y hace poco el Vicente Presas. Su espectacular dominio de la técnica poética y su meticulosidad en la elección de los ritmos son dos de los aspectos que más me impresionan de su obra.

Alguien me dijo una vez que nuestras poéticas están en las antípodas.

No estoy demasiado seguro.

Dudo que ni él ni yo -ni la inmensa mayoría de los que se autodenominan "poetas"- tengamos una poética. Estas cosas, cuando se tienen, cobran la forma de enormes volúmenes que tienen que hacerse un lugar a la sombra de Aristóteles y eso está al alcance de muy pocos. Y de estos poquísimos, me atrevo a decir que casi ninguno de ellos es, además, poeta.

Por otra parte, creo que hay una razón de verdadero peso para dudarlo: admiro sus versos y cuando los leo no los siento como absolutamente ajenos.