Hace unos días,
en El País, se recogían unos fragmentos del oportunista libro de Allen Buchanan,
Secesión, cuyo sentido común uno desearía que imperara por estos pagos pese a Intereconomía y Partal:
"Algunos secesionistas catalanes apuntan que si una mayoría de
catalanes quiere la independencia, el respeto a la democracia exige que
les sea concedida. Sin embargo, esto es demasiado precipitado. (...)
Existen dos objeciones democráticas fundamentales para apelar a los
valores democráticos como justificación de la secesión mediante un
plebiscito local. En primer lugar, si la secesión fuese así de sencilla,
se correría el riesgo de que la amenaza de la misma fuese utilizada
como instrumento de negociación estratégica para minar la toma de
decisiones democrática. Al amenazar de manera creíble con abandonar el
Estado, una minoría podría, en la práctica, ejercer un veto siempre que
los procedimientos democráticos pudiesen producir un resultado no
deseado por ella.
En segundo lugar, para que la democracia funcione, lo razonable es
que los ciudadanos esperen reciprocidad; tienen que tener la seguridad
de que si hoy pierden, mañana ganarán, y tienen que tener suficiente
conocimiento sobre sus conciudadanos y sobre sus valores y preferencias
para predecir que también ellos aceptarán los resultados de los
procedimientos democráticos. Si los límites del sistema de Gobierno
fuesen demasiado inciertos, es decir, si pudiesen crearse nuevos Estados
cada vez que se formase una mayoría en una zona de un Estado existente,
los ciudadanos no gozarían de la garantía de reciprocidad necesaria
porque, en tal caso, sería impredecible saber quiénes son sus
conciudadanos. (...)
Por tanto, no existe un argumento sencillo basado
en la democracia a favor de la justificación de la secesión de Cataluña.
Sin embargo, el compromiso con la democracia bien entendida sí exige
que España se muestre dispuesta bien a dar cabida a un estatus
autonómico más sólido y estable para Cataluña o bien a pactar una
secesión negociada".