9 de octubre de 2012

Volviendo a leer, como mal menor, "El País"


Muy a pesar de uno, el griterío independentista y el españolista han hecho que deba volver a leer El País como único reducto de sentido común y una cierta pluralidad. Dos ejemplos que añadir a los artículos de Josep Ramoneda y Félix Ovejero de hace unos días. Ayer, en un excelente artículo, Francisco Rubio Llorente defiende lo que debería ser una obviedad: "Si desea la independencia una minoría territorializada no se pueden oponer obstáculos formales". El artículo es de una lógica y un sentido común jurídico y político impecable. El otro día, Joan B. Cullà i Clara exponía con solidez, claridad y rigor la situación y advertía: "Sí, claro que en Cataluña ha habido y hay gentes de poco juicio que gritan “¡España nos roba!”. ¿Y no ha habido y hay en España políticos, opinadores, emisoras y cabeceras de prensa especializados desde hace lustros en gritar “¡Cataluña nos chantajea!”, “¡esos catalanes se quieren quedar con todo!”, “¡persiguen a los castellanohablantes!”, “¡que nos devuelvan a los emigrantes!” y otras lindezas por el estilo? Desde luego, no será confeccionando listas de agresiones verbales para ver cuál es más larga como encontraremos la salida del laberinto.". De perogrullo que se dice.

Este alarde de prudencia y equilibrio del que hace gala en estos días el periódico (sus oscuras razones tendrá pero no me importan ahora) compensa el hastío continuado que los medios más beligerantes de uno y otro bando están generando. La última, que uno no puede por menos que tomarse a guasa porque de tan estúpida rebasa los límites de las que había ido recopilando hasta ahora, la protagoniza el ínclito Juancho Armas Marcelo en El Mundo:

"El anunciado mosaico lo exige: un partido de fútbol de dos equipos extraterrestres tendrá una lectura política. Hace tiempo que en Barcelona, como en el resto de España, la bolsa no suena. No hay dinero, pero el catalán desde los años de Pilatos sabe que los símbolos son capitales para el triunfo. Cito a Pilatos porque era el gobernador de Tarraco en tiempos de Cristo. El hombre, contra su voluntad, fue destinado por el Imperio a Judea (o Palestina, como ustedes quieran) y se llevó de Cataluña -también por orden del Imperio romano- su guardia pretoriana (de catalanes) y un par de legiones de leva obligatoria. Al recalar en Jerusalén, se encontró con aquel ser superior, Jesús, hijo de José, que decía ser Hijo de Dios y con el Sanedrín judío. Saquen conclusiones de quién o quiénes mató o mataron a Cristo. Y quien dio la lanzada final al costado del Maestro. Al final se jugaron la túnica de Jesús a los dados, en aquella película protagonizada por Victor Mature titulada exactamente La túnica sagrada. Más conclusiones: «La pela es la pela», aunque sea del Hijo de Dios, y el euro no iba a ser menos."

Quod erat demonstrandum: los catalanes mataron al de Nazarteth... En fin: vivir para creer. De nuevo con El País bajo el brazo...