Esta sería la primera versión definitiva del poema con el que he estado luchando desde que leí el de Ben Clark. Ya se sabe que quizás esto no tendrá mucho que ver con lo que aparezca en papel (si aparece finalmente) pero por aquí irá, creo:
COMENTARIO A UN POEMA DE BEN CLARK
Seguramente no hablamos de la misma isla.
En honor a la verdad, y para ser exactos,
eres tú quien "habla".
Yo me limito a leerte.
Así son las cosas.
Sin embargo, quisiera comentarte
algo que me sucedió al leer tu poema
y que me ha llevado
a utilizar la primera persona del plural:
como si entre ambos se hubiera abierto
una conversación espontánea.
Insisto,
seguramente no hablamos de la misma isla
pero tengo la impresión de que la tuya
está muy cerca de la mía,
al norte de aquella en la que pasé
tantos veranos
y a la que soñé
con mudarme algún día lejano
que siempre pensé inminente.
Al norte y cerca
aunque sean dos islas distintas
es como si fueran la misma
de tan próximas como parecen
en espacio y espíritu.
Durante años hice planes
para reemplazar las antenas, las aceras y los plataneros
por el turquesa, las blancas arenas y las algas.
Pensaba que el futuro mejor
aguardaba en la isla.
Y ahora te leo
hablando de la isla,
de la tuya y de la mía,
tan cerca, al norte,
contando que tienes noticias
de tus antiguos compañeros
- ya mayores- por los periódicos:
el Carnegie Hall, Manhattan, Amsterdam, Abu Dhabi...
y no puedo evitar pensar
en los míos,
en mis antiguos compañeros,
y en que lo poco que sé de ellos
es lo que observo cuando vuelvo al barrio
y los veo pasear con sus familias
un domingo cualquiera por la mañana
porque la inmensa mayoría,
excepto algunos muertos,
siguen todavía allí.
Y al hacerlo siento que tal vez
no estaba tan equivocado
cuando la esperanza de
jugar con las olas en la orilla
y mirar el horizonte
pudiera haber sido una de esas vidas mejores
que siempre esperamos.
Aunque no fuera la misma isla.