Alguien diría que esta es la grandeza, la magia, la divinidad de la poesía. Uno no está para esos trotes y prefiere algo más modesto. No sé cómo lo diría. Quizás con una fórmula del estilo "la gracia de la poesía"... Pues eso. La gracia de la poesía, su encanto, es que es capaz de habitar en lo antipoético, en lo postpoético.
En el llanto del delantero paraguayo Óscar Cardozo o en las amenazas de muerte al delantero ghanés Asamoah, lo postpoético, entendido como mezcla de lo antipoético y de la derivación secundaria y parasitaria de lo poético, se troca en puro material lírico, al modo en que Celaya o Alberti convirtieron en tema el legendario Barcelona-Real Sociedad.
Y, por cierto, otro quiebro poético: uno desea ardientemente la final entre la
Mannschaft y la Naranja Mecánica para revivir aquella final del 74 en que desperté al deporte como espectáculo y a otras cosas... Y, por supuesto uno desea el mismo resultado con goles, esta vez, de Klose y Podolski.