Soplan vientos fríos para racionalistas, ateos, agnósticos, ilustrados y cosmopolitas. El sarampión nacionalista tuvo ayer, en Catalunya, su eclosión y, para algunos, punto de partida hacia la secesión. Nada que objetar, excepto que si la secesión va a significar una reproducción del sistema económico-político pero ahora en catalán pues para ese viaje opiáceo no se necesitan alforjas. Por otra parte, el derecho a la autodeterminación de los pueblos puede ser realmente un derecho que seguramente uno no pondría en duda. De lo que uno duda es de la definición de "pueblo" y, sobre todo, de quién define el sujeto "pueblo" y quienes lo integran. Pueblos quizás haberlos háyalos pero lo que sí hay son individuos: ése debería ser el centro, núcleo y eje de la acción política.
Hoy se prepara la reacción. La publicidad ya lo dice: la selección de Holanda no juega contra otra selección sino contra un país, contra cuarenta millones (menos el que escribe que está muy cansado para jugar hoy). Excitación de otro nacionalismo alicaído en versión "plural" (Zapatero inspirándose en el modelo propagandístico de la selección francesa del '98 cuya estupenda réplica a la integración de escaparate la dieron las explosiones violentas de las
banlieues pocos años después) o versión reaccionaria (traspaso del
Ein Volk, Ein Reich... a la península ibérica faltando sólo la unidad con Portugal).
Uno ya lo comentó ayer: alejarse de la presión de los medios, de su información intoxicadora y sesgada, de la producción de histeria colectiva para desviarse de la real situación de injusticia social y explotación, es terapéutico. Hoy creo que es, moral y políticamente, un deber.
Por cierto, en Barcelona la luz de agosto ha tiñe el cielo y lo aplana. La grúa destaca porque parece aguantarlo sobre sí. Mal momento.