Hoy es un día nuevamente "histórico" (y van...) para los secesionistas. Da igual que en realidad sufrieran una derrota en toda regla al no conseguir relizar un auténtico referéndum por falta de apoyo internacional y firmeza de sus élites gobernantes. Una de sus virtudes, como las de cualquier movimiento insurreccional (fijémonos en los bolcheviques, por ejemplo), es convertir las victorias del enemigo en propias releyéndolas a la luz de su inserción en contextos diferentes. Con lo que se quedan, y no es del todo falso, es con que, finalmente, han burlado astutamente al estado español: todo el mundo sabe que la consulta de solteros contra casados la organiza, dirige y gestiona la Generalitat y poco les importa a los secesionistas más enfebrecidos y utopistas que voten sólo los partidarios de la independencia. De hecho, los otros (unionistas, españolistas, internacionalitas, tibios, insolidarios o apátridas) únicamente han de ser el decorado necesario sobre el cual legitimar lo que debe realizarse de cualquier forma posible. No se guardan ni siquiera las formas fuera de los lugares escogidos para la representación televisiva: en el instituto que a uno le han adjudicado para la fiesta hay banderas, insignias, recomendaciones de voto y sólo ha faltado que todos los miembros de las mesas de recogida de datos y votación (uno de los cuales vestía sin complejos una camiseta amarilla de la "Via Catalana" del 11 de septiembre) portaran anudada al cuello la capa de superhéroe con las cuatro barras y la estrella. ¿A quién le importa la falta de pluralismo? Si en realidad los no-secesionistas son enemigos de Catalunya...
Hoy creen, quizás acertadamente, que han dado un paso más en un camino al que le queda poco recorrido (en lo cual uno no acaba de estar del todo de acuerdo). Lo de menos serán unas cifras que se maquillarán sin problemas. Y uno no dice falsearán porque entre mis amigos y compañeros secesionistas, excepto los de primera hornada y procedencia izquierdista -bastante más escépticos y con raptos de sentido común entre la efervescencia entusiasta -, puede ser motivo de discusión la insinuación de que, a falta de controles externos (de la oposición, los no secesionistas o internacionales), la manipulación de los datos puede estar servida. Este comentario ya suscita ampollas. Tanto, que uno de ellos, cansado de no poder rebatir argumentalmente la sospecha, me acusó finalmente de "españolista" por pensarlo y empecinarme en mantenerlo: la autoindulgencia y el sentimiento de superioridad les ha hecho perder de vista cualquier precaución crítica.
Y es en esta falta de distancia crítica, en esta renuncia a la desconfianza, donde el papel de los utopistas de izquierdas y el de los profesionales de la revolución con su ramplona y trasnochada noción de "compromiso", juegan un papel de primer orden como "tontos útiles": legitiman desde el arco, se supone, más crítico, el movimiento y la dirección - no precisamente revolucionaria en el sentido clásico auqnue sí en el más amplio - del proceso. Ver el otro día a los partidos de izquierda, todos, absolutamente todos los que tienen una mínima representación, fantasear y presumir de que en este instante de la historia este pueblo y no otro, un "pueblo elegido" más, construirá un país nuevo en el que no habrá ni corrupción, ni miseria, ni desequilibrios económicos y que eso justifica el alineamiento comprometido (
à la Sartre en el peor de los sentidos, recordemos su apuesta por el maoísmo...) de todos con la nueva tierra, resultó lamentable: ya no es que no haya ni un solo ejemplo en los últimos trescientos (o dos mil) años de que algo de eso haya sucedido en ningún lugar del planeta sino que creer que, en plena economía capitalista en este rincón de Europa y no en otro, se va a levantar un "sistema" más justo sustentado sólo en la voluntad de un pueblo es lo más antimarxista que uno puede escuchar. Penoso.
¿Compromiso? Sí pero siempre vigilante y cauto. Compromiso, en todo caso, con "lo político" no con "una política" concreta y empírica.
Por último. Para aquellos empresarios preocupados, unionistas acobardados y españolistas moderados. Quien se crea que "los catalanes" ya han tenido suficiente con este "teatrillo" están, me temo, muy equivocados. Se comprobará en las próximas semanas y meses. Los trenes ya se estamparon el uno contra el otro hace días: no hay rebobinado posible. Tan sólo la irrupción de una "catástrofe", es decir, una serie de acontecimientos violentos, puede evitar la prolongación del conflicto. Aunque todas las encuestas reiteren que la mayoría de los ciudadanos catalanes prefieren las propuestas unionistas, - que no españolistas, insisto -, "ahora es la hora" de los secesionistas porque nunca han gozado de tal hegemonía. Es su oportunidad y ni pueden ni deben dejarla escapar y creo, modestamente, que no lo harán. El estado español haría bien en tomarse de una vez en serio el reto y jugarse la carta de las concesiones si quiere minimizar los daños. Sería su deber aunque no espero mucho de la clase gobernante tal y como está el patio.
Otra cosa será el desenlace final que sigue pareciéndome que sólo puede anticiparse que será doloroso, para todas las partes, por decirlo suavemente...
Pronóstico: dos millones y medio de participantes. Son los que precisa el movimiento para continuar adelante. Y un 85-90% de votos para el SI-SI. Uno no se lo creerá del todo pero es lo que debería salir para continuar adelante con fuerza.