Hace pocos días David González anunció la próxima salida de su nuevo libro, Loser, en Bartleby. En este volumen colaboran, ilustrando sus textos, el Sr. X. (autor de la ilustración de portada), Jaime Llorente, Javier Seco, José Ramón Sánchez Casas, Ana Franco, Lola Vázquez, Juan Kalvellido, Miguel Ángel Martín, David Gemp, Esteban Gutiérrez Gómez (BACO), Antonio G. Villarán, J. Jesús Sanz, Patty de Frutos, Julio Javier Vegas Alonso, Genko, Ángeles Mendívil, Marcus Versus y Lola Lugo.
A modo de adelanto de esta propuesta, en la que su trayectoria poética y la calidad de los ilustradores insinúan un resultado brillante, David ha tenido la gentileza de enviarme este poema que la tipografía del lenguaje web -o mi conocimiento de él- no puede reproducir tal y como me lo envió:
"EXCUSA
no, yo no trabajo
en una fábrica de armas
ni levanto muros de cemento armado
o en una fábrica de armas
ni levanto muros de cemento armado
redes de alambre de espino
no, yo no trabajo
en ese ramo de la construcción
ni soy el brazo de la ley
que trata de llegar al cuello
o
a las ropas de inmigrantes i legales
cuando tratan de pasar por encima
de esos muros y alambradas
ni tampoco soy,
en otro orden cosas,
el gancho, la porra, el rifle o el arpón
que asesinan a sangre fría
focas, ballenas o cualquier otra especie
animal que se les ponga por delante
no, yo no trabajo
en ninguna de esas historias
o
en otras por el estilo
no, lo lamento,
yo no tengo vuestra excusa:
yo no tengo
crías que alimentar"
Conocí la poesía de David González, como algunos otros, a través de la antología Feroces y, un poco más tarde, en una época en que había abandonado de puro aburrimiento la lectura de poesía española contemporánea, cayeron en mis manos con pocos días de diferencia Anda, hombre, levántate de ti y El hombre de las suelas de viento, dos textos extraordinarios. Fue entonces cuando, por un lado, comencé el camino inverso y me acerqué a sus textos anteriores y, por otro, ya siempre estuve atento a sus nuevos trabajos.
Cuento esto porque mi recepción de la poesía de David González se halla mediatizada por esta coincidencia. Lógicamente, también por el contacto epistolar-electrónico y los breves ratos que hemos compartido. Sin embargo, esto último incidió más en mi percepción de la persona y el personaje, el ser humano y la figura pública, que en la de su poesía.
De la lectura de aquellos dos volúmenes tan diferentes resultó que se hiciera firme una obviedad: las etiquetas mediante las cuales en el campo literario se intentan distribuir las posiciones y las zonas de combate son profundamente inadecuadas si se las esencializa, si las creemos a pies juntillas y las tomamos como permanentes y substantivas; si confundimos las tomas de partido inherentes a la participación en la lucha del campo con una realidad más allá de éste.