24 de octubre de 2021

El Gran Salto Adelante, ¿pasado absoluto?

 

 

Una síntesis ajustada del Gran Salto Adelante de Mao. Por si fuera posible aprender del pasado.

"Pero Mao lanzó al país al Gran Salto Adelante y extendió la estructura militar del Partido a la sociedad entera. «Todos nosotros somos soldados», había proclamado Mao en el momento álgido de la campaña, y había dejado de lado caprichos burgueses como cobrar un salario, tener un día de asueto a la semana o poner límites al trabajo que un obrero debía realizar. Un gigantesco Ejército del pueblo debería obedecer todas las órdenes de sus generales en el marco de la «economía de mando». Todos los aspectos de la sociedad se organizaron con criterios militares —cantinas, jardines de infancia a pensión completa, dormitorios colectivos, tropas de asalto y aldeanos transformados en soldados de infantería— para una revolución continua. No se trataba tan solo de términos marciales que se emplearan por mera retórica para reforzar la cohesión del grupo. Todos los dirigentes eran militares habituados a los rigores de la guerra. Habían pasado veinte años en una lucha de guerrillas en condiciones extremas de privación. Habían hecho frente, una tras otra, a las campañas de exterminio lanzadas por el régimen nacionalista de Chiang Kai-shek y luego habían logrado sobrevivir al ataque del Ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Habían sobrevivido a crueles purgas y sesiones de tortura que de tiempo en tiempo convulsionaban al propio Partido. Glorificaban la violencia y estaban acostumbrados a las pérdidas masivas de vidas humanas. Y todos ellos compartían una ideología en la que el fin justificaba los medios. En 1962, tras perder a millones de personas en su provincia, Li Jingquan comparó el Gran Salto Adelante con la Larga Marcha, en la que tan solo una de cada diez personas había llegado hasta el final: «No somos débiles, somos más fuertes, no nos hemos doblegado[56]». En la vida diaria, los funcionarios del Partido exhibían la misma crueldad y el mismo desprecio por la vida humana que habían demostrado por los millones de personas movilizadas para las sanguinarias ofensivas contra Chiang Kai-shek. La fuerza bruta con que habían conquistado el país se desató entonces en la economía, sin que se prestara atención al número de bajas. Y como se creía que la mera fuerza de voluntad era capaz de casi todo —podía mover montañas—, cualquier fracaso se parecía sospechosamente a un sabotaje".