20 de abril de 2009

El campo de batalla literario y la crítica (I)




Describía Bourdieu el campo literario como un campo de fuerzas, como un espacio de luchas.

Y señalaba: "Uno de los envites centrales de las rivalidades literarias (etc.) es el monopolio de la legitimidad literaria, es decir, entre otras cosas, el monopolio de poder decir con autoridad quién está autorizado a llamrse escritor (etc.) o incluso a decir quién es escritor y quién tiene autoridad para decir quién es escritor; o si se prefiere, el monopolio del poder de consagración de los productores y de los productos". (Las reglas del arte, trad. de Thomas Kauf, p331-332).

La descripción de Bourdieu (que, por otra parte, no hace más que dar rango conceptual a una experiencia compartida por la mayoría de los que nos dedicamos de manera amateur a la producción literaria) viene muy a cuento si se reflexiona sobre el papel de la crítica en este campo de batalla que es el campo literario en la actualidad.

Esta semana, dos críticas en las que han entrado en conflicto autores y críticos a los que aprecio y hasta leo con pasión, me han llevado a pensar si el ejercicio de la crítica literaria no se habrá convertido, definitivamente, en una práctica irresponsable.

Jaime Siles, poeta que he citado alguna vez esotéricamente, por ejemplo en Filosofía de la minucia, y autor de brillantes textos, ha escrito sobre Denise Duhamel y su Afortunada de mí, libro que disfruté hace meses:

"Afortunada de mí -no conozco el resto de la obra de esta autora- no sé a quién ni por qué podría interesarle. Y hasta me pregunto cómo se ha podido publicar: Denise Duhamel no poetiza sino que «croniciza» (...) la suya es una poesía de periódico, entendiendo por tal la de los noticiarios que dan cuenta y razón de la más inmediata actualidad y que, de manera casi directa, la transmiten o la reproducen. Es posible que en la sección de sucesos de un diario haya poesía, pero no creo que los sucesos sean poesía en sí (...) Por eso no hay que preguntarse si esto es poesía menor sino si es poesía a secas. Mi opinión personal es que no, y que estamos ante un subproducto literario de la ya subcultura de nuestra subépoca."

Y eso que "como lector siempre he procurado acercarme a un texto intentando ver lo mejor que hay en él."

También hace pocos días, la gente de Addison de Witt -que ejecutan la crítica con maestría, rigor y sentido del humor- ponía a caer de un burro el último libro de Carlos Marzal (aunque quizás no les falte razón y su argumentación sea sólida) y, por extensión, prácticamente toda su obra incluyendo, sin pestañear, un libro que admiro profundamente: Metales pesados.

"Sobre Ánima Mía comenzaremos diciendo que es uno de los peores libros que hemos leído en los últimos años, y van unos cuantos. Explicaremos las razones. Ponednos una nota baja de objetividad, por favor (...) Un libro malo, de esa corriente neoconservadora en la que se ha ubicado hasta el enterramiento una parte de la poesía española con más éxito... Autores como Marzal no salen gratis al prestigio de nuestras letras. El autor tendrá muchos amigos en todas las generaciones, desde los dedicados Brines o Bonald, pasando por Gallego, Benítez Reyes o Montero hasta Medel entre los más jóvenes. Pero no nos vamos a callar ante libros tan malos como éste. Si Metales pesados es uno de los peores premios nacionales que recordamos, y Fuera de mí uno de los peores Loewe, Ánima mía entraría fácilmente entre los peores libros del poeta. Ahí es nada."

Uno puede pensar que no se entiende mucho si es capaz de entusiasmarse con textos de Siles, Duhamel, los Addison De Witt o Carlos Marzal. Y seguramente algo de razón no falte.

Mas también cabría preguntarse si la crítica tiene suficiente fundamento para ser ser tan dogmática y poco benevolente y que parezca anómalo
, por ejemplo en mi caso, poder tenerlos en consideración a todos ellos.

¿Será que en el campo de batalla literario se ha dado definitivamente el paso a esa "guerra total" en la cual no importan los medios para obtener la victoria porque en ella está en juego la supervivencia?

¿Será que asistimos a esa fase en la cual la única finalidad de la lucha es la lucha misma?