16 de diciembre de 2017

Un apunte sobre la "hiperpolitización"

El miércoles, durante la agradable presentación de la novela de Pablo, uno tuvo la oportunidad de contemplar, exteriorizada, una patología interpretativa que ha padecido durante décadas: la hiperpolitización, la consideración de que a toda acción humana puede - y debe - asignársele un significado "político". Y no sólo a cualquier acto sino también a la intención que lo alentaría: todo acontecer humano sería político y, más dilatadamente, "política". Este presupuesto pareció amparar la lectura que uno de los presentadores del acto, el crítico de El País Jordi Gracia, hizo de la novela. El otro, Domingo Ródenas, crítico habitual de El Periódico, restringió esta dimensión política, que se cuidó mucho de negar, a un eje secundario respecto al tratamiento literario de la relación padre-hijo que situó, en cambio, como preeminente.

Hace algunos años, uno hubiera privilegiado, también, el hilo del que tiró el primero. Ahora temo que habría seguido la senda del segundo. Primero porque, conceptualmente hablando, no está tan claro que sea pertinente afirmar que "todo" sea "político". Si así lo fuera estaríamos, una vez más, ante esa "noche en que todos los gatos son pardos" que denunciaba Hegel: ante la indistinción, ante el monismo nivelador que oscurece más que aclara pues si todo es político nada lo es específicamente, del mismo modo que si todo es blanco no hay color del que hablar o que considerar. Segundo, porque se pueden oponer argumentos a este reduccionismo. Así, cabe dudar de que se pueda considerar que los actos fisiológicos, que no dejan de ser actos humanos, sean políticos. Tampoco los automatismos fruto de diferentes clases de condicionamiento adquirido, que no son puro y simple reflejo biológico pero que son involuntarios, pueden ser comprendidos como políticos a no ser que nos movamos en un nivel de liquidez teórica desbordado. Eso para no introducir esos otros elementos de la acción humana que se sustraen al dualismo voluntario/involuntario y que el psicoanálisis ha explicado, como mínimo fecundamente, a partir del inconsciente. Asimismo, hay numerosas conductas cotidianas conscientes que tampoco deberían ser consideradas como políticas so pena de no entender nada de nada. Que alguien tome la decisión de pasear un domingo por la mañana por unas calles del barrio de Gràcia en lugar de por otras puede obedecer a factores como la época del año, la hora, la luz solar, la presencia o no de orines de animales domésticos, la amplitud de la acera, el tráfico... Pero extraer de esta combinación de motivos aleatorios y heterogéneos un fundamento político tiene algo de delirante en el estado actual de nuestros conocimientos... En todo caso, esta dificultad implicaría que, por lo menos, debería elaborarse una tipología prolija de nuestros comportamientos antes de realizar una afirmación de este tipo. Y tercero, porque acostumbra a realizarse un desplazamiento entre "lo" político y "la" política, que acaba restringiendo inadvertidamente el laxo y amplio sentido de uno al concreto y determinado espacio de la otra e identifica los actos comprendidos como "sociales" con "tomas de posición" partidarias o ideológicas. Si ya es discutible que todas nuestras conductas sean políticas, incluso en el marco amplio y vago en el cual se suele usar el concepto, es difícilmente aceptable que estas acaben siendo asociadas a una posición ideológica específica. Y no cambia demasiado la perspectiva si se intenta matizar señalando que esta vaguedad es el fruto de "una manera de hablar" y se alude a que, en realidad, con esta expresión se está llamando la atención sobre la connotación política de cualquier actuación social. Pasear a determinadas horas por tal lugar y no por otro puede no tener ninguna connotación política o, si la tiene, ser tan insignificante al lado de otras, que es excesivamente arbitrario insistir con tanto denuedo en ella.


Puestos, que "todo (acto humano) sea político" sería tan irrelevante como decir que "todo (acto humano) es matemático" (quizás puede adecuadamente descrito mediante algún instrumental matemático cuantitativo o cualitativo), o "todo (acto humano) es físico" o ético, o biológico, o estético, o futbolístico además de conducir el juicio crítico hacia terrenos ya arrasados y tan perjudiciales como el carácter político de las leyes de Mendel, de la aritmética, de la lógica formal, del galanteo o del silencio.

Por último, ahora, en estos tiempos y en Catalunya, reviste especial interés vigilar y someter a análisis esta hiperpolitización que se ha extendido y simplificado (vulgarizado se debería decir). Su utilización abusiva como estrategia para distinguir al amigo del enemigo y marcar a este último mediante los más diversos y triviales subterfugios a partir de irrisorias actitudes, gustos y comportamientos, troca el déficit teórico de esta patología interpretativa en un arma peligrosa. Se debe pensar con detenimiento cómo abordar esta táctica hermenéutica para evitar su conversión en patología.

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