20 de diciembre de 2016

Escenas de padres y profesores

El otro día, en uno de los muros de un instituto apareció una pintada amenazando de muerte al jefe de estudios. No era anónima: estaba firmada por lo que parecía ser un grupo. Como de costumbre, en pocas horas los alumnos ya sabían quién se ocultaba tras el rimbombante nombre y, también como de costumbre, antes de acabar la jornada lectiva en los despachos de la Junta directiva ya se disponía de la lista de integrantes del colectivo. Llamados a capítulo, cuatro alumnos de ESO reconocieron ser los autores y se identificaron como miembros del grupo. La dirección, aquejada tal vez por el virus de la progresía romántica, decidió que el castigo debía limitarse a una simple amonestación verbal y dos horas de pedagógico trabajo comunitario el primer lunes del mes siguiente. Veinticuatro horas más tarde una de las madres, abogada, se personó en el centro sin cita previa alguna y exigió, y logró sin dificultades, entrevistarse con el director. No hubo mucho diálogo. La madre, después de asegurar que "no había pruebas" de que su hijo hubiera participado en la "presunta falta" (pese a que lo había reconocido unas horas antes) y de que, en cualquier caso, el castigo era claramente "desproporcionado", amenazó, a voz en grito, con llevar el caso a la inspección educativa y, si fuera necesario, a los tribunales que para eso era abogada. La leve sanción no se llegó a comunicar y menos todavía a cumplir.

Así estamos...

6 comentarios:

  1. Lo peligroso es que acuda a la CEAPA. Eso sí sería un problema...

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    1. Es que la pobre señora quería hacer "merendología": tomarse unos melindros con chocolate con su hijo el lunes a primera hora de la tarde que, ya se sabe, es justo cuando los abogados tienen libre...

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    2. Lo entiendo.Es más: empatizo con la señora totalmente.

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  2. ¿Y el jefe de estudios no pudo poner una denuncia por amenazas en un juzgado o comisaría? Porque a lo mejor eso le habría bajado los humos a la señora.

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    1. Ufff!!! Eso hubiera supuesto adoptar una actitud poco dialogante, hostil a la convivencia y reaccionaria. Criptofascista, vamos.

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    2. Además de que habría sido una manifestación evidente de que el jefe de estudios defiende el heteropatriarcado.

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