11 de marzo de 2016

Klemperer y Rosenberg (IV)


Otro de los aspectos sugestivos de las lecturas de Klemperer y Rosenberg, por lo que hace al proyecto nazi de liquidación de los judíos europeos, estribaría en la pertinencia de la reflexión acerca del grado de responsabilidad moral en el ámbito de las víctimas. Acerca de la que tiene que ver con los perpetradores ya se ha dicho mucho, aunque el asunto esté lejos de darse por concluido. Es evidente que la responsabilidad moral no se agota en la penal que se estableció en la postguerra. Pero pese a que el debate "filosófico" iniciado por Jaspers sigue suscitando controversias, parece haber un cierto consenso en que algún grado de "culpa colectiva" debe ser asignado a la totalidad de los nacionalsocialistas, mientras que es muy discutible que la noción pueda aplicarse a todos los alemanes indiscriminadamente: se olvidaría a los miles de alemanes que se opusieron activa y tenazmente a Hitler y sus secuaces y a todos aquellos otros cuya resistencia, pasiva la mayoría de las veces, no se puede equiparar ligeramente al consentimiento o, peor, la participación activa o voluntaria en los crímenes nazis. Incluso aceptando la incorporación de la variable del "antisemitismo exterminador" propuesta por Goldhagen en Los verdugos voluntarios de Hitler. Su relevancia debería ser cuidadosamente sopesada no sólo por el plausible descarte de la tesis intencionalista sino por afirmaciones como las del propio Klemperer que, incluso después de la Kristallnacht, discutía la existencia de una "cuestión judía" pese a la pujanza del antisemitismo: "No hay una cuestión judía, ni en Alemania ni en Europa occidental. Quien afirme que existe tal cuestión sólo acepta o confirma la tesis errónea del NSDAP y se pone a su servicio. Hasta 1933 y por lo menos durante todo un siglo, los judíos alemanes han sido alemanes y nada más. Prueba: esos miles y miles de «semijudíos», «cuartos de judíos», etc., y «descendientes de judíos», prueba de que ha habido una vida y una colaboración, totalmente sin fricciones, en todos los campos de la vida alemana. El antisemitismo que hubo siempre no es una prueba en contra. Pues las diferencias entre judíos y «arios», las fricciones entre ellos, no tenían la importancia de las que había por ejemplo entre católicos y protestantes, o entre empresarios y obreros, o entre prusianos orientales y bávaros del sur, o entre renanos y berlineses." (10 de enero de 1939).

En cualquier caso, con todos los matices y modificaciones y las distinciones de niveles pertinentes, por el lado del bando alemán la cuestión de la responsabilidad suscita una serie de acuerdos bastante compartidos que, por contra, desaparecen al plantearse cómo debe juzgarse moralmente la actuación de los Consejos Judíos que colaboraron con la Administración nazi, cuya conducta acostumbra a quedar oscurecida cuando no subsumida en la lisa y llana negación de cualquier función cooperadora. Es evidente que semejante interrogación es problemática puesto que, con Adorno debe afirmarse con rotundidad que "Los asesinados no son los culpables, ni siquiera en el sentido sofístico y caricaturesco en el que muchos quisieran presentarlo hoy. Los únicos culpables son los que sin miramiento alguno descargaron sobre ellos su odio y su agresividad" (Educación para la emancipación, p81). Así, son muchos los que sostienen que ponerla en juego equipararía a víctimas y criminales, como por ejemplo afirmó Geschom Scholem en su crítica a Hannah Arendt, que en Eichmann en Jerusalén se había atrevido a afirmar que algunos dirigentes judíos tuvieron un papel nada desdeñable en el aniquilamiento de su propio pueblo. A lo sumo, acceden a hablar de casos particulares, como el de Rudolf Kastner, que sirve como exorcismo y frontera de una interrogación que no debería seguir más allá de lo acotado penalmente por la propia justicia israelí. Sin embargo, "responsabilidad" y "culpabilidad" no son sinónimos filosóficamente hablando. Dejando de lado algunos casos patológicos, o límite, de los escasísimos judíos que colaboraron con los nazis para obtener réditos momentáneos con el fin de sobrevivir, queda pendiente el esclarecimiento y la evaluación ponderada del papel de los Consejos Judíos.

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