23 de febrero de 2016

Acerca de "Contra la Nueva Educación" (I)


Mañana Alberto Royo presentará Contra la nueva educación en Barcelona, en La Casa del Libro, en una ciudad donde, estos días, desplazarse es una autentica aventura: ayer mismo mis hijos tardaron más de una hora y cuarto en un trayecto que normalmente el autobús realiza en 15 minutos. La proyectada huelga del miércoles, que volverá a colapsar la ciudad, impedirá que pueda acudir y deba conformame con decirle a Alberto vía estas líneas lo que pensaba hacer a viva voz.

Encargué el libro de Alberto en su momento, lo recogí el viernes y el domingo por la mañana lo empecé. Como sucedió en su momento con el libro de Gregorio Luri, La escuela contra el mundo, lo devoré de un tirón y, como también con aquél, disfruté golosamente. Aunque algunos fragmentos los había leído en redacciones previas en su "Profesor Atticus", de la nueva escritura, disposición, sistematización y trabazón de sus críticas ha emergido un libro apetitoso y seductor para el entendimiento pero cuya lectura también puede dejar un sabor agridulce en el retropaladar.

Apetitoso porque Alberto ni se anda por las ramas ni se pierde en el onanismo retórico: realiza una disección contundente de buena parte de las "modas educativas" con las que la pedagogía hegemónica, convenientemente aliada con las élites políticas y empresariales, distrae a la opinión pública para evitar la contrastación de sus modelos "teóricos" con la práctica, con la obstinación de los hechos, con la tozudez de sus nefastos resultados. Cualquier ocurrencia antes que aceptar que la estúpida realidad se empecina en no plegarse a sus pretensiones. Alberto no deja títere con cabeza: las pedagogías de la creatividad y la innovación, las apologías de la tecnologización, el plurilingüísmo, las retóricas new age, el coaching, los collages postmodernos, la pentacidad, los changemakers, la educación emocional, la emprendeduría... son sometidas a una interrogación sencilla en su apariencia pero sofisticada en su elaboración y demoledora en sus resultados. Quizás uno de los lugares donde mejor se ilustra este proceder, resolviéndose con economía de medios y contundencia, es en su evaluación de ese discurso romo y grosero que opone la creatividad al conocimiento, o mejor, a la acumulación de conocimientos, y los considera incompatibles:

"Ser creativo, si acudimos a la etimología ('creativo' deriva del latín creare), es tener la capacidad de crear, una cualidad sin duda apreciable en muchas actividades, pero de necesidad más dudosa en otras (nadie espera de un controlador aéreo que sea creativo, como no lo espera de un cirujano antes de proceder a una operación a corazón abierto). Negar que la creatividad es algo positivo sería como negarlo de la amabilidad o la simpatía. Lo que hay que esclarecer es si, primero, no estaremos sobrevalorando capacidades que rno pueden desarrollarse sino después de haber conseguido perfeccionar otras con menos cartel, pero tan importantes o más (en algunos casos, mucho más) que la propia creatividad y, segundo, si debe ser este el único objetivo de la escuela...

Un ejemplo paradigmático de la importancia trascendental y apriorística del conocimiento es el del músico de jazz. Un músico de jazz necesita dominar la técnica, el lenguaje y la armonía para ser capaz de improvisar con auténtica creatividad, de forma original y con personalidad, Cualquiera que haya estudiado interpretación musical sabe que se llega, si se llega, a la verdadera creatividad después de mucha repetición, mucho mecanismo, mucho estudio con y sin el instrumento, mucha disciplina, mucha atención, mucha perseverancia y mucha voluntad ('La fe es la barca, pero solo los remos de la voluntad la llevan', dijo el marino cántabro Vital Alsar Ramírez). Es verdad que el planteamiento es menos seductor que el que a menudo se intenta vender (por parte, claro está, de personas que no tienen nada de creativas y mucho de estrafalarias), pero también que es menos engañoso y no generará falsas expectativas ni frustraciones mal digeridas. Se trata de escoger entra la realidad y la fábula, es decir, entre razón y mito, entre ilustración e incultura. Como en todo lo demás" (p61-62).

4 comentarios:

  1. Muchas gracias, Jorge. Siento que por fin no podamos vernos mañana y charlar con calma. Seguro que tendremos ocasión en otro momento. Un abrazo.

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  2. Afortunadamente así será. Te habré de seguir explicando indirectamente lo mucho que he gozado con tu libro.

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  3. Me han entrado unas ganas enormes de leerlo y le acabo de enviar una petición a la bibliotecaria del Cervantes en el que trabajo para ver si lo puede adquirir.

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