25 de junio de 2015

Escribe Michel Onfray


"Kant es culpable —y con él también lo es el kantismo— de razonar alejado de la realidad del mundo, de la gente, de los hombres, como el habitante cándido del cielo de las ideas que tanto hacía reír —ya— a Aristófanes con la camarilla platónica. No obstante, el filósofo del «mal radical» (véase La religión dentro de los límites de la mera razón) y de la «sociabilidad insociable» (léase Ideas de una historia universal en clave cosmopolita) disponía, con esos dos instrumentos, de grandes elementos previos para proponer una política de lo posible situada en las antípodas de una política de lo ideal. Pero, para hacerlo, debería haber sostenido esas dos certidumbres filosóficas con relación a datos antropológicos y no respecto de verdades ontológicas o metafísicas. Pues si la negatividad corroe a los hombres —cosa que creo firmemente—, la solución no es darles la espalda para atesorar las ideas y no vivir sino en ellas, por ellas y para ellas, sino que estriba en abrir intelectualmente la propia visión del mundo en una perspectiva dialéctica que permita prevenir, abolir o corregir las manifestaciones del mal radical o la parte insociable de la insociable sociabilidad de los hombres". ("Un kantiano entre los nazis" en El sueño de Eichmann, trad. de Alcira Bixio, p42-42).