29 de junio de 2015

Bajando la persiana


A pesar de que la situación en Catalunya sigue siendo muy interesante y, por supuesto, tan inquietante como ilusionante o al revés, hay que seguir la costumbre y cerrar este cuaderno pese a las ganas de continuar recopilando impresiones y reflexiones acerca de esta "Nueva Edad", así como de las nuevas y recientes lecturas o de las programadas, y de tantos otros asuntos que, por tanto, se quedarán en el "tintero" hasta septiembre: por ejemplo el retorno de Paul Cahill a España, con su visita a Barcelona y los buenos ratos pasados juntos; el placer de conocer a Concha García y la esperanza de cultivar en el futuro esta relación con un pasado muy cercano y amigos comunes inesperados; el final de la carrera de Clàudia y sus proyectos en el campo de la Física y la Filosofía; el enderezamiento del oscuro panorama que se ceñía sobre Marc; la próxima publicación del artículo sobre Adorno, la poesía y Auschwitz, escrito tras la conferencia de principios de primavera en la Universitat de Barcelona; las observaciones sobre La sociedad del espectáculo de Debord, etc. Hay que descansar un poco y aprovechar para llevar a buen puerto un par o tres de proyectos que hace meses que esperan su turno: la selección y reescritura de algunos fragmentos de este cuaderno, la puesta en orden de los textos escritos en los últimos años sobre literatura y, si hubiera oportunidad, la ocasión de pasar a limpio las notas tomadas el año pasado durante el viaje que hicimos por la bella Grecia para irlas dejando por aquí en otoño.

Tiempo pues de borrar, tachar y lanzar a la basura.

Hasta pronto.

27 de junio de 2015

El Barón de Münchhausen en las redes sociales


La colaboración que se publicó hace unos días en la revista digital Catalunya Vanguardista con el título "Las 'Timelines' de Facebook" a cuenta de la coincidencia entre una relectura de La sociedad del espectáculo de Debord y la lectura de Las Aventuras del Barón de Münchhausen en la versión de Bürger:

El Barón de Münchhausen en las redes sociales


jorge_editedJ.Jorge Sánchez / jjorge@jjorgesanchez.com
Hace unas semanas Luis Goytisolo señalaba en El País («Lo reciente queda antiguo», 01/05/2015) que «tal vez nos encontremos ante un cambio de Edad similar al que se creó en el Renacimiento, en el tránsito de la Edad Media y la Edad Moderna». Esta transición sería consecuencia del impacto de Internet no sólo en los ámbitos económico o político sino, especialmente, en los hábitos sociales.
El escritor ponía como ejemplo la diferencia entre la magnitud de las transformaciones que provocan en las conductas de los sujetos las tecnologías vinculadas a las “redes sociales” y las que suscitaron, en el pasado, aquellas otras que también alteraron notablemente los modos de vida como el automóvil o el avión que, sin embargo, no conmovieron con tal fuerza la vida social en su conjunto. Podría argüirse contra su afirmación que no toma en cuenta el terremoto que supuso el teléfono, la irrupción del cual relata Proust con maestría en la segunda parte del cuarto volumen (Sodome et Gomorrhe) de La recherche du temps perdu de una forma que evoca – no muy lejanamente – las ansiedades, fascinaciones y fobias que suscitan actualmente en muchos las “nuevas tecnologías”. Mas quizás tenga razón y se esté en los albores de una nueva Edad. O puede que en los estertores de otra. O simplemente nos hallemos ante una transformación que dejará inalterados los fundamentos de las estructuras sociales y las costumbres vigentes como en su momento sucedió con la radio o la televisión: los historiadores futuros emitirán un veredicto resaltando para ello las rupturas o las continuidades pues de todo hay. En todo caso, hoy día probablemente lo que sí puede hacerse es analizar con prudencia estos cambios e intentar evitar esquematismos milenaristas apocalípticos o utópicos como los que acostumbran a guiar la práctica política y que tanto sufrimiento producen cuando aplican sus recetas fáciles y simplistas.
Guy Debord "La sociedad del espectáculo"
Guy Debord “La sociedad del espectáculo”
.
Las “redes sociales”, entendidas como comunidades predominantemente virtuales (aunque no sólo) que se sustentan en un específicosoftware propiedad de una empresa u organización privada – generalmente con ánimo de lucro -, presentan a primera vista, es cierto, singularidades irreductibles a los antiguos medios de entablar lazos públicos pero también semejanzas y la reflexión crítica no debería detenerse en una sola de sus caras. En estas líneas, y en esta ocasión, una de estas novedades podría ser examinada a la luz, u oscuridad, de algunas de las tesis del célebre trabajo del situacionista francés Guy Debord La sociedad del espectáculo, publicado en una fecha al tiempo tan lejana y próxima como 1967.
“El espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes”
Debord caracteriza la sociedad capitalista contemporánea como una “sociedad del espectáculo” en la que éste, lejos de ser un “suplemento”, una “decoración sobreañadida”, una diversión u ornamento o una creación para facilitar nuestra propia comprensión de lo que somos, es “el núcleo del irrealismo de la sociedad real”. El “espectáculo”, la representación de la vida social, ha reemplazado de hecho a esta misma hasta el punto que, actualmente, “el espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes”. Las imágenes ya no serían la expresión, la decoración armada o la construcción imaginaria que explica y da razón de una organización social, algo secundario y posterior, sino un elemento constituyente: no habría relación social que no estuviera atravesada y configurada por las representaciones contemporáneas de la existencia comunitaria e individual y no al revés.
De la aceptación de su afirmación pueden deducirse numerosas consecuencias algunas explícitamente presentes en sus textos, otras implícitas y otras que ni siquiera anticipó. De entre las pertenecientes al primer grupo podría seleccionarse aquella que afirma que en nuestra cultura se está produciendo la sustitución del tiempo vivido de las personas por su versión publicitada, una apreciación que puede entenderse en el sentido de que si un suceso no es difundido públicamente no es integrado como tal en la conciencia del individuo. O su envés: la posibilidad de la construcción de una biografía a partir de acontecimientos no vividos realmente pero sí publicitados algo que, en las redes sociales, está jugando cada vez más un papel nada desdeñable.
Una muestra de la frecuencia y multiplicación de esta capacidad de construir existencias falsas la ha protagonizado recientemente en España la actriz Anna Allen
Así, las timelines de Facebook pueden llegar a contener ingentes cantidades de sucesos citados, mencionados, referidos, apropiados, compartidos y, en esa medida, integrados en nuestro acontecer biográfico – de hecho el timeline es una biografía virtual – aunque no hayan sido directamente experimentados. Pero también incorporan otros inventados, imaginados o pura y simplemente falseados que no pueden ser discriminados sin una investigación atenta y minuciosa y cuya publicación, en algunos casos, se convierte en la referencia principal sobre la que se formulan juicios iniciales de tanta importancia como la candidatura a un puesto de trabajo, propuestas de intercambio, de venta, de compra, citas, etc. Una muestra de la frecuencia y multiplicación de esta capacidad de construir existencias falsas la ha protagonizado recientemente en España la actriz Anna Allen[1] pero las redes sociales están plagadas de producciones adulteradas y si se hiciera un inventario referido sólo a personajes de los llamados “públicos”, a celebrities, encontraríamos denuncias de estas invenciones casi diariamente[2]. Con todo, hay que reconocer que esto no constituiría una novedad cualitativa respecto al pasado. Puede que incluso sea una característica habitual de los humanos desde el Neolítico: levantar personajes mediante la fábula, la ficción, la desmesura, la reinterpretación o, lisa y llanamente, la mentira.
Hasta ahora, sin embargo, en el repertorio canónico de “lo público” las figuras con notoriedad social que habían producido biografías manifiestamente falsas eran relativamente pocas y los ejemplos expuestos a la opinión pública se enmarcaban habitualmente en el régimen de la ficción literaria: recordemos el Barón de Münchhausen de Bürger o el mismísimo Quijote. De hecho, muestra no sólo de una posible insuficiencia científica sino también de la rareza del fenómeno, la descripción de la acumulación de mentiras como patología hubo de esperar a que el psiquiatra francés Ernest Dupré, a principios del s. XX, acuñara el término “mitomanía” para referirse a esta anomalía de la conducta y enunciara sus rasgos distintivos. Con todo, esta afirmación tan genérica sobre su limitación ¿no podría ser puesta entre paréntesis? ¿Quién no incluiría en esta categoría a sujetos de relevancia histórica como Alejandro Magno, Napoleón, Hitler o Stalin por citar sólo algunos? Mas a pesar de que estos casos pudieran soportar su incorporación al tipo del mitómano ni se agotan en absoluto en él, ni está claro que éste constituya el elemento dominante de esas personalidades.
La frontera entre la mitomanía y la realidad ha estado fuertemente trazada a lo largo de la historia reciente
En cualquier caso, y admitiendo la pertinencia de una posible discusión conceptual sobre los límites del fenómeno, la frontera entre la mitomanía y la realidad ha estado fuertemente trazada a lo largo de la historia reciente no sólo desde el punto de vista filosófico – pese a las variaciones de acento en distintos períodos, escuelas y autores – sino también desde el que podría denominarse “existencial” o “vivencial”. Por ello, las personalidades edificadas sobre experiencias ficticias no dominaban el espacio público y en el privado, en cuanto sobrepasaban determinados límites, eran o tratadas como variantes de la locura, y por ello excluidas de la actividad social o recluidas en instituciones, o consideradas perturbadas y orilladas de los núcleos sociales decisorios.
En esta época, en cambio, las “redes sociales”, están quebrando la siempre frágil línea de separación entre lo público y lo privado sobre la que se asentaba la política de la fabulación socialmente admitida: en Facebook o Twitter lo privado y lo público se confunden hasta el punto de que la exhibición ostentosa y cotidiana de privacidad llega hasta la antaño íntima y restringida esfera de la desnudez o la actividad sexual. Y esta extensión del dominio de lo público ha permitido que las habituales restricciones sobre la fantasía o la simple y burda mentira abandonen sus antiguos recintos y se expandan y, con ella, las producciones de personalidades ficticias: Münchhausen ha dejado de ser una excepción curiosa, una figura meramente literaria para devenir un término capaz de caracterizar el comportamiento en las redes sociales de muchos sujetos.
redes-sociales_edited
.
¿Estamos entonces ante un escenario apocalíptico, ante una ruptura radical, ante el triunfo de la falsedad sobre la realidad? No necesariamente ¿Qué puede suceder cuando una patología se generaliza? La respuesta más simple sería: que se convierte en una conducta normal. Ya está. Algo parecido pasó en su momento con el estrés, la histeria, la angustia o la depresión y el mundo Occidental es difícil diagnosticar si es hoy peor, moralmente hablando, que en la época previa a la Primera Guerra Mundial o a la Segunda cuando estas patologías saturaron el horizonte. Tampoco se trataría de recuperar viejas proclamas como aquella que afirmaba que el verdadero manicomio es el que está fuera, en el exterior de los muros de reclusión, y los locos son los cuerdos: ¿reina el mundo de la mentira y la verdad ha desaparecido? Cabe repetirlo: no necesariamente. Ahora bien, esta voluntad de evitar la sentimentalidad milenarista no debe conducirnos a ignorar la dimensión de esta transformación o minimizarla y darla por buena, considerarla inocua o, peor, calificarla como un “progreso” en el marco de una revolución tecnológica que, ésta y esta vez sí, nos traerá el paraíso sobre la Tierra.
“La íntima conexión de esas mentiras, que se encadenan tan naturalmente unas con otras, acaba por destruir en el lector el sentimiento de la realidad”
El problema y su posible solución, si se acepta que existe tal problema y que debe resolverse, tal vez debería pensarse “fuera” de la disyuntiva apocalipsis/utopía y de una actitud ingenua ante “lo tecnológico”: bastaría con no fiar una parte sustancial de nuestra comunicación a las “redes sociales”[3]. Si en ellas imperara la ficción y la invención lo más recomendable sería limitar nuestra exposición y moderar la intensidad de nuestros intercambios en ellas. Así reduciríamos el peligroso efecto sobre el que el escritor Théophile Gaultier alertaba en su prólogo a la edición francesa de Las Aventuras del Barón de Münchhausen en 1853: “La íntima conexión de esas mentiras, que se encadenan tan naturalmente unas con otras, acaba por destruir en el lector el sentimiento de la realidad”.
.
Notas al pie:
[1]http://www.lavanguardia.com/series/personajes/20150302/54427820907/anna-allen-mentiras-oscars.html.
[2]Probablemente una de las más famosas de los últimos tiempos es la del falso productor de cine Christophe Rocancourt (http://fr.wikipedia.org/wiki/Christophe_Rocancourt).
[3]Una propuesta tan de sentido común como la instrucción que la empresa Ferrari dirigió recientemente a sus empleados: «Menos correos electrónicos y más diálogo con tus compañeros» (http://tlife.guru/profesional/por-que-estamos-abandonando-el-email/).

25 de junio de 2015

Escribe Michel Onfray


"Kant es culpable —y con él también lo es el kantismo— de razonar alejado de la realidad del mundo, de la gente, de los hombres, como el habitante cándido del cielo de las ideas que tanto hacía reír —ya— a Aristófanes con la camarilla platónica. No obstante, el filósofo del «mal radical» (véase La religión dentro de los límites de la mera razón) y de la «sociabilidad insociable» (léase Ideas de una historia universal en clave cosmopolita) disponía, con esos dos instrumentos, de grandes elementos previos para proponer una política de lo posible situada en las antípodas de una política de lo ideal. Pero, para hacerlo, debería haber sostenido esas dos certidumbres filosóficas con relación a datos antropológicos y no respecto de verdades ontológicas o metafísicas. Pues si la negatividad corroe a los hombres —cosa que creo firmemente—, la solución no es darles la espalda para atesorar las ideas y no vivir sino en ellas, por ellas y para ellas, sino que estriba en abrir intelectualmente la propia visión del mundo en una perspectiva dialéctica que permita prevenir, abolir o corregir las manifestaciones del mal radical o la parte insociable de la insociable sociabilidad de los hombres". ("Un kantiano entre los nazis" en El sueño de Eichmann, trad. de Alcira Bixio, p42-42).

22 de junio de 2015

Crónica de la Nueva Edad (22/06/2015)


Escribía el otro día acerca del proceso de "desconexión" de España y, hasta cierto punto, de la realidad - al menos de los estados de cosas actualmente vigentes, pues hay que recordar la pertinencia del teorema de Thomas - de buena parte de los catalanes. Señalaba que en Barcelona y su área metropolitana, así como en Tarragona ciudad y en menor medida en Lleida ciudad, este proceso no era todavía hegemónico y que por ello se estaban poniendo en marcha una serie de estrategias micropolíticas destinadas a conquistar las zonas no adheridas al proyecto y, en las comprometidas con él, profundizar la brecha. La más importante de todas ellas es, seguramente, la Iniciativa para la Reforma Horaria, un lobby, como ellos mismos se consideran, en el que destacados "intelectuales" militantes de la causa secesionista tratan de impulsar un cambio de hábitos horarios parejo al proceso de construcción nacional. En sus palabras: "el objetivo de la Iniciativa para la Reforma Horaria es ejercer de lobby y de impulso de esta nueva fase de construcción nacional. Claramente es necesario deshacerse del lastre que representan los horarios actuales que tienen su origen en el 'desarrollismo' franquista y asociar la reforma al impulso de la nueva etapa como pais" ("l'objectiu de la Iniciativa per a la Reforma Horària és exercir de lobby i d'impuls d'aquesta nova fase de construcció nacional. Clarament cal desfer-se de la rèmora que representen els horaris actuals que tenen el seu origen en el 'desarrollismo' franquista i associar la reforma a l’impuls del nova etapa com a país). Más claro el agua. Un nuevo régimen de horarios "más europeo" y que entroncaría, según los promotores, con los hábitos tradicionales del país, operaría como un elemento crucial de "desconexión" del resto de España en un plano tan aparentemente insignificante como el de los ritmos horarios individuales y colectivos. El objetivo táctico inmediato en el marco de este objetivo estratégico: promover las reformas legales pertinentes en 2016. ¿Les será fácil conseguir este cambio conductual? No. Por ello se han propuesto fomentarlo verticalmente promulgando leyes. ¿Es una reforma trivial e inocua? No. Podría ser incluso más revolucionaria de lo que parece. Al menos en Europa, la distinción entre territorios en los cuales no pueden apreciarse demasiadas diferencias étnicas o lingüísticas, o las que hay no son tan pronunciadas como para apoyar una separación nítida, las costumbres horarias pueden influir tanto como las alimentarias, las musicales o los repertorios humorísticos o conversacionales en general a la hora de incrementar y sustentar la percepción de esta diferencia.

Otro de los mecanismos micropolíticos que están utilizando los secesionistas para ensanchar el espacio desconectado y consolidar el que ya lo está, es el uso de una xenofobia débil que encuentra un terreno abonado, más sencillo de labrar que el de las costumbres horarias, en la habitual xenofobia que en muchos lugares de España se ha practicado respecto a los catalanes. Ha sido, y es, un uso tan extendido y "normal" que uno ha podido constatar que muchos de mis amigos allende el Ebro se ofenden si se les insinúa que tras los tópicos, chistes y generalizaciones abusivas, se esconde un mal disimulado desprecio por aquéllos y arguyen inmediatamente su "admiración" por esa "laboriosidad" del "pueblo catalán" - o por su "apertura política y cultural" - que correría pareja a unos defectos ("tacaños", "peseteros", "interesados", "egoístas", etc.) que, sin embargo, no tardan en reaparecer en la conversación. Un ejemplo de esta estrategia que hasta ahora había quedado circunscrita a los círculos secesionistas más etnicistas, minoritarios durante décadas, y que gracias especialmente a la labor de los diputados de Solidaritat per la Independència en las legislaturas anteriores - su reiterado "Espanya ens roba", por ejemplo, en el hemiciclo de la Cámara catalana -, ha acabado cobrando carta de ciudadanía en los medios de comunicación, la recibo periódicamente en un boletín de noticias secesionista. He aquí algunos titulares de dos de estos últimos resúmenes:

"El tribunal de justícia de l'Aragó li pren el fill a una mare perquè diu que parlar català és dolent"
 "L'esquerra espanyola diu "muerte a Mas""
"La festa espanyola continua"
"Ara Espanya roba tavernes"
 "Per saber quant paguem d'impostos"
"Cada dia tenim més amics"
"Vegeu com són els espanyols d'avui dia"
"Per als espanyols, xiular és un acte violent i intolerable, però torturar un bou és art i cultura"
"El govern espanyol diu justifica l'expulsió del consolat de Brusel·les del ciutadà que havia fet una carta en català"
"Recull de paraules dites pels espanyols que viuen a Badalona, el dia d'investir el nou batlle"
Y podría seguirse...

Hay muchos más procedimientos que los secesionistas están poniendo en juego para afianzar esta desconexión y que el estado español está menospreciando sin, me parece, apercibirse del enorme valor político de ésta. Así, a bote pronto, se les debería ocurrir que la desconexión facilita la propagación psicológica y sociológica de la inevitabilidad y la irreversibilidad de una secesión para la que ya no se precisaría una consagración mediante un acto consultivo clásico: una ruptura institucional sería suficiente pues se limitaría a sancionar y dar naturaleza jurídica a un estado de cosas existente y "evidente". Por ello la Declaración Unilateral de Independencia se está imponiendo en el imaginario secesionista con tanta rotundidad como vía de salida de la actual situación.

20 de junio de 2015

Algunas observaciones sobre "la sociedad del espectáculo" (XIV)


Este vigor de lo espectacular permite tomarlo como una “tercera naturaleza” que recubriría la segunda como ésta lo hizo con la primera sin suprimirla pero atravesándola casi por entero. Una “tercera naturaleza” pero no al modo de Proust, el estrato más profundo y verdadero, sino más bien al modo del espectro radioeléctrico o de la red de redes: una capa irreductible a las dos naturalezas anteriores que no las replica íntegramente pero que se incardina en ellas. Realidades con soporte material y substancia cultural capaces de crear una espacialidad y temporalidad propia y singular.

El ciberespacio sedría, de hecho, la forma más refinada y a la vez más robusta de esta tercera naturaleza espectacular.

(Observaciones anteriores)

18 de junio de 2015

La centenaria lucha contra la enseñanza memorística

 


Esta lucha, protagonizada preferentemente por adolescentes mentales y románticos de múltiples cuños, lleva al menos cien años de historia:

"A los padres les parecía cosa inmoral que los hijos rechazasen los valores de la sociedad en la que ellos habían peleado para ganarse un nombre. Una vez que habían logrado establecerse dentro del viejo orden, los padres eran sus más empecinados defensores y hacían todo lo posible a fin de refrenar los ímpetus renovadores de la generación más joven. De esta manera, por lo menos, es como los jóvenes estetas vieron el sistema educativo, cuya dieta de enseñanza, desconectada de la vida, les proporcionaba fatiga y aburrimiento constantes. Para huir del mundo de «los negocios son los negocios» acudían a los cafés que frecuentaban los artistas, donde hallaron una vitalidad y una espontaneidad de expresión personal que estaban completamente ausentes de su educación memorística" (La Viena de Wittgenstein, trad. Ignacio Gómez de Liaño, p 55).

Afortunadamente la contienda no la han ganado todavía estos adolescentes (algunos ya ancianos)  que dicen llevar la imaginación y la creatividad por bandera y desean borrar la "memorización" de la faz de la enseñanza.

Probablemente para implantar "su" memoria, eso sí.

16 de junio de 2015

Crónica de la Nueva Edad (16/06/2015)


Fuera del gran área metropolitana de Barcelona y de las ciudades de Lleida y Tarragona que, ciertamente, acogen a más del 60% de la población catalana, tiene uno la impresión de que la "desconexión" rige en Catalunya. En estos dos últimos años ha viajado lo suficiente por el país como para constatar que "de hecho" - y casi "de derecho" - la mayoría de los ciudadanos que habitan en el interior de Catalunya, las zonas rurales y las poblaciones pequeñas, "se han ido" de España. La presencia en prácticamente todos los edificios públicos de banderas secesionistas, así como en plazas, colegios y hasta centros de salud, es tan sólo la proyección exterior de una percepción interiorizada de distancia y falta de legitimidad del Estado que únicamente les gobierna en apariencia. Es más, ni siquiera parece que echen de menos la Liga española de fútbol: la Liga Catalana se desea con tanta intensidad como la Champions. No necesitan más. Y en cuanto al Real Madrid, les basta con cruzárselo en la competición europea o a algunos ni eso... Si al final el secesionismo no triunfa será complicado, por no decir imposible, restaurar la conexión en estas amplias zonas del Principado pues en esta Catalunya "desconectada" no hay espacio para la duda: la independencia es cuestión de tiempo y se debe imponer más temprano que tarde. Y lo cierto es que si uno ignora la capital y sus alrededores no puede por menos de estar convencido que así sucederá. No se ve cómo se podrá dar marcha atrás.

La intensidad de la desconexión depende de los ámbitos pero, por ejemplo, es notable en el mundo educativo. Tanto en los planes de estudio como en la organización escolar Catalunya se ha desvinculado de España sin estridencias pero contundentemente y no se trataría del obsesivo tema lingüístico sino de aspectos menos llamativos como las referencias normativas, las prácticas, las áreas de estudio, los objetivos del aprendizaje, etc. Eso para no hablar de la ferviente y beligerante militancia de una gran parte del profesorado y, sobre todo, de los maestros, que inclinan decisivamente la balanza de la formación de los niños y adolescentes hacia el lado de la vivencia de una separación integral a la que sólo falta darle la apariencia legal necesaria. Mediáticamente, el calibre de la desconexión es tal que algunos de mis amigos secesionistas más moderados confiesan que empiezan a estar hartos de que desde los órganos públicos "ens mirem tant el melic" ("nos miremos tanto el ombligo"). Como decía la otra noche una amiga parece que sólo haya qué bonica és Catalunya, Procés y Barça. Y no es precisamente una unionista o una españolista camuflada quien lo decía. Los noticiarios escasamente utilizan la palabra "España" o "españoles": "Estado" y "Península" (cuando se habla del tiempo) son los términos preferidos para hablar - con lejanía y seriedad, como si no fuera con "nosotros" - de lo que sucede más allá del Ebro en las escasas pausas que dejan las crónicas hagiográficas de la empresa secesionista que dominan los Telenotícies y que se acostumbran a acompañar de relatos de los catalanes destacando en el mundo.

Con todo, esta desconexión no cala suficientemente en Barcelona y sus alrededores y por ello se están intensificando las medidas micropolíticas que puedan permitir el paulatino avance de esta "sensación" que sería seguida rápidamente por una "convicción" y que instauraría definitivamente la percepción de que no hay retroceso posible.

15 de junio de 2015

Crónica de la Nueva Edad (15/06/2015)


¿Qué pensarían Marx, Rosa Luxembourg o Lenin ante la perspectiva de que una monja en activo, pendiente de la autorización vaticana para la exclaustración, vaya camino de convertirse en posible líder y esperanza de la autoproclamada izquierda transformadora y radical de un país?


¿Y qué cabe pensar de la izquierda, de la religión y de ese país?

Nada bueno de la primera. Nada bueno de la segunda. Y poco bueno del tercero.

13 de junio de 2015

"Las Timelines de Facebook"


Coincidiendo con una relectura de La sociedad del espectáculo de Debord mientras leía Las Aventuras del Baron de Münchhausen de Bürger en la revista digital Catalunya Vanguardista:

"Hace unas semanas Luis Goytisolo señalaba en El País («Lo reciente queda antiguo», 01/05/2015) que «tal vez nos encontremos ante un cambio de Edad similar al que se creó en el Renacimiento, en el tránsito de la Edad Media y la Edad Moderna». Esta transición sería consecuencia del impacto de Internet no sólo en los ámbitos económico o político sino, especialmente, en los hábitos sociales.
El escritor ponía como ejemplo la diferencia entre la magnitud de las transformaciones que provocan en las conductas de los sujetos las tecnologías vinculadas a las “redes sociales” y las que suscitaron, en el pasado, aquellas otras que también alteraron notablemente los modos de vida como el automóvil o el avión que, sin embargo, no conmovieron con tal fuerza la vida social en su conjunto. Podría argüirse contra su afirmación que no toma en cuenta el terremoto que supuso el teléfono, la irrupción del cual relata Proust con maestría en la segunda parte del cuarto volumen (Sodome et Gomorrhe) de La recherche du temps perdu de una forma que evoca – no muy lejanamente – las ansiedades, fascinaciones y fobias que suscitan actualmente en muchos las “nuevas tecnologías”. Mas quizás tenga razón y se esté en los albores de una nueva Edad. O puede que en los estertores de otra. O simplemente nos hallemos ante una transformación que dejará inalterados los fundamentos de las estructuras sociales y las costumbres vigentes como en su momento sucedió con la radio o la televisión: los historiadores futuros emitirán un veredicto resaltando para ello las rupturas o las continuidades pues de todo hay. En todo caso, hoy día probablemente lo que sí puede hacerse es analizar con prudencia estos cambios e intentar evitar esquematismos milenaristas apocalípticos o utópicos como los que acostumbran a guiar la práctica política y que tanto sufrimiento producen cuando aplican sus recetas fáciles y simplistas."

El artículo completo aquí.

12 de junio de 2015

Crónica de la Nueva Edad (11/06/2015)


El movimiento secesionista, lejos de haberse moderado, doblegado o desinflado como se empeñan en afirmar los medios unionistas y españolistas se prepara para un momento importante en su apuesta tal y como la han improvisado en los últimos meses. Algunos amigos y conocidos piensan que Mas no se atreverá a convocar finalmente las elecciones el 27S. Uno no comparte, ya lo ha dicho en más de una ocasión, ese pronóstico. Al revés. Y puede apoyarse, por ejemplo, en el doble movimiento que  se está lanzando para cohesionar el bloque cara a la previsible DUI (Declaració Unilateral d'Independència) - que cada vez más opera como el talismán gracias al cual el callejón sin salida actual dará paso a El Dorado - desde derecha e izquierda. Por un lado, se ha lanzado definitivamente la OPA sobre Unió que seguramente concluirá con su absorción o su condena a los arrabales del catalanismo político: Duran i Lleida, si quería constituirse en eje de una opción federal como se rumoreaba por los cenáculos barceloneses, debería haber sido menos dubitativo. Ahora muchos pesos pesados de su partido se alinean con Mas y es dudoso que la enrevesada pregunta obtenga un voto afirmativo de la militancia más cuando la campaña mediática del régimen en su contra se ha intensificado. Como también lo ha hecho, por la cara "opuesta", la operación de fagocitación de Podemos y Barcelona en Comú. El abrazo de las CUP es cada vez más estrecho y la Sor Citröen catalana de turno que encabeza Procés Constituent parece el caballo ganador con el que las élites secesionistas van a intentar sofocar lo que consideran un foco de lerrouxismo disfrazado de federalismo que ha asaltado la Ciudad Condal. Y last but not least, los medios afines vuelven a inundarnos con comentarios, reflexiones y soflamas tertulianas acerca de la necesidad de una "lista del Presidente" que no sería extraño, si Unió se desgajara de Convergència, acabara siendo la fórmula mediante la cual el frustrado Mesías Artur intentaría no verse descabalgado del Procés en su fase culminante. ¿Con todo este espectáculo ya en funcionamiento los secesionistas van a retroceder ahora? Perdieron una oportunidad después del 9N y no creo que la vuelvan a dejar pasar. Que el nacionalismo y la religión sean muestras de estupidez no significa que los nacionalistas y creyentes lo sean también.

9 de junio de 2015

Algunas observaciones sobre "la sociedad del espectáculo" (XIII)


La realidad espectacular es, también pero no sólo, la llamada “realidad virtual”, esa realidad que se sustrae a la división entre facticidad e idealidad, entre cosa y palabra, entre hecho y pensamiento y que juega en un terreno incómodo para la realidad natural y la histórico-cultural porque no es, menos aun que las otras dos, un campo de presencias y ausencias nítidas.

Debord piensa que el espectáculo suprime “la historia mediante la cultura” (p158) pues cosifica el tiempo en un presente del que ha desaparecido la temporalidad mediante pseudoacontecimientos, construcciones imaginarias: “La realidad del tiempo ha sido sustituida por la publicidad del tiempo” (p137). Con todo, este efecto no es el único: el espectáculo también configura temporalidades, historias, narrativas individuales y colectivas, nacionales, religiosas, hasta científicas y filosóficas; cuenta epopeyas y épicas y anticipa utopías y paraísos.

No cancela el pasado para que el reino de la asistencia continua de lo presente en el presente impere dictatorialmente: sería demasiado simple y fácil de desenmascarar con los instrumentos que nos legó Marx. Su maraña es difícil de desenredar: construye pasados y futuros de acuerdo con la obsesión por la permanencia de los estados de cosas presentes porque debe garantizar no sólo su producción sino su reproducción.

(Observaciones anteriores)

7 de junio de 2015

La pérdida de la transparencia y el fin de una época


En la foto que preside estas líneas Marc era, todavía, alguien transparente: entre su interior y su exterior, entre sus procesos mentales y emociones y su conducta, gesticulación o expresión, apenas si había separación. Era relativamente fácil inferir su estado de ánimo de sus sonrisas o sus lágrimas, de sus abulias o entusiasmos. Asimismo, no costaba demasiado saber qué acciones realizaría en función de determinados estímulos en unas situaciones específicas. Pero eso pertenece al pasado y desde hace varios años, aunque hasta ahora no se había hecho evidente o uno no había querido, o podido, apercibirse.

Estos últimos días han acontecido dos cambios inesperados que podría decirse que, a ojos de quien escribe, marcarán el fin de su infancia. A los suyos está por ver. De un lado, tras ganar por tercer año consecutivo la Liga catalana de Football Flag, ha decidido abandonar - dice él por un año pero cabe dudarlo - el futbol americano. Tras una larga lesión que le ha hecho perderse prácticamente toda la Liga de Football y ver que estaba condenado al fondo del banquillo y restringido a jugar en la defensa se concentró exclusivamente en el Football Flag, también jugando únicamente como capitán de la defensa y sin participar en el ataque: la falta de confianza de sus entrenadores en su capacidad ofensiva le ha desmoralizado y ha decidido dejarlo. Demasiado pronto para que el juego consista únicamente en tumbar al adversario. Eso es lo que uno ha podido deducir de sus palabras, escasas y medidas: lejos de la expresividad y la facilidad comunicativa de años atrás. Por otra parte, la escuela en la que cursaba sus estudios desde pequeño ha cerrado bruscamente, sin previo aviso y cuando ya el período de preinscripción en la escuela pública estaba concluido: se ha vendido, junto con su concierto, a los Salesianos, algo por lo que uno no puede pasar. Jamás ha profesado ese anticlericalismo comprensible pero ramplón de buena parte de la izquierda, ni comulgado con el laicismo elevado a la categoría de dogma que proscribe el estudio filosófico e histórico del crsitianismo y promueve el del islamismo, evangelismo, judaísmo, etc. Sin embargo, no ha estado dispuesto, ni lo estará, a sufragar voluntariamente el mantenimiento de la Iglesia y menos aun a potenciar su expansión en el ámbito educativo así que Marc, con un año de antelación - está en 3º de la ESO -, entrará en algún lugar de la red pública lejano seguramente al domicilio. Perderá sus amigos, su entorno, sus hábitos y adquiririá otros, lógicamente, pero es difícil saber la magnitud y el carácter de lo que siente: ¿tristeza, miedo, resignación, confianza? Hay que escarbar mucho para encontrar huellas que permitan saber, o mejor suponer, qué pasa por su mente y su cuerpo. En eso estamos.

La nostalgia de un pasado mejor, más sencillo y claro, aspira a dominar el panorama pero ningún tiempo pasado fue mejor (ni peor) y todavía es pronto para dejarse arrastrar por la melancolía: hay que cumplir con los deberes de la paternidad y seguir guiándolo en la medida de lo posible por un camino que no se estreche demasiado pronto ni se haga tan impracticable que le haga desear permanecer en el mismo sitio o retroceder: más que nada porque ese sendero que ha seguido ya estará tan desgastado y erosionado cuando quiera volver sobre sus pasos que no podrá avanzar y seguramente se extraviará.

5 de junio de 2015

Una muestra de la conveniencia de cerrar la escuela a los padres


Cuenta Esther que en su centro se decidió imponer una sanción de un día de expulsión (!) a un niño por robarle a otro la cantidad de 20 euros. Cuando la tutora llamó a los padres para comunicarles la sanción la madre montó en cólera: ¡que porqué se le debía expulsar sólo por robar y además únicamente 20 euros! ¡que quiénes se creían que eran! ¡que ellos tenían sus derechos y que su hijo no era ningún criminal para tratarlo así!

Con estos padres superprotectores, inmorales, incultos y dimisionarios uno no puede dejar de participar de la tesis de que la escuela lejos de abrirse al mundo debe cerrarse a él e impermeabilizarse: ni empresas, ni ayuntamientos, ni mucho menos padres. De hecho casi habría que proteger a los alumnos de estos en tantas ocasiones...

3 de junio de 2015

El nacionalsocialista Heidegger en Barcelona

Ayer, un maratoniano coloquio organizado por el Instituto Goethe, la Universitat Autònoma de Barcelona y la Editorial Herder en torno a los Cuadernos Negros de Heidegger. Publicados en tres tomos en 2014 en el marco de la edición de sus Obras Completas por Peter Trawny, aunque están previstos nueve volúmenes que recogerán íntegramente estas "Reflexiones" - como las llamó y que ocupan el periodo comprendido entre 1931 y 1941 con más del mil quinientas entradas -, los catorce primeros cuadernos publicados han bastado para desencadenar una nueva "polémica Heidegger" en algunos medios académicos y hasta periodísticos en torno a un asunto que, algunos, creíamos firmemente establecido: el compromiso nazi del filósofo alemán.

El coloquio constaba de tres charlas. Había poco público y dominaban los postgraduados masculinos de Filosofía con sus cabellos poco cuidados, jerseys raídos y de colores apagados y calzado "difícil" e "inexplicable". La primera conferencia corrió a cargo de Richard Polt, un especialista norteamericano de la Universidad de Xavier nacido en Madrid que, en un castellano excelente, expuso de esa manera amena, prudente y clara que los académicos norteamericanos que no padecen la borrachera deconstruccionista acostumbran a utilizar en sus papers, su análisis de la relevancia de los Schwarze Hefte en el eco-sistema del pensamiento heideggeriano. Polt mostró que su distancia con el nazismo finalmente instaurado no se puede considerar una crítica profunda y que las referencias antisemitas contenidas en ellos (una decena de pasajes y en total veintisiete menciones) sin constiuir el eje de su pensamiento en torno a los años treinta tampoco pueden ser desgajadas de él quirúrgicamente como si se tratara de meros abscesos puntuales.

Tras unas pocas preguntas, entre ellas una del que escribe que se sintió "obligado" a romper el habitual silencio embarazoso que sigue a la falta de iniciativa de los oyentes inquiriendo acerca de su opinión sobre la proximidad entre el antisemitismo simbólico de Heidegger y el de otros nazis activamente implicados en el exterminio como Ohlendorf o incluso Eichmann, y una pausa, le tocó el turno a Adriano Fabris de la Universidad de Pisa que, dicho sea de paso, se parece mucho al capitán Picard del Enterprise. Fabris realizó una sugestiva crítica a la carencia de dimensión ética del pensamiento heideggeriano y a la proximidad entre algunos elementos de la arquitectura de Ser y Tiempo y el famoso discurso filonazi que pronunció como rector de la Universidad de Friburgo: "La autoafirmación de la Universidad alemana". La similitud estructural le sirvió para argumentar que no existe una ruptura entre el "primer" Heidegger y el Heidegger al servicio de la ideología nacionalsocialista. Uno tuvo la impresión de que su capacidad persuasiva quedaba oscurecida por su erudición: su argumentación fue impecable pero, frente a la claridad de Polt, Fabri perdió energía a causa de este hábito propio de los profesores de Filosofía profesionales continentales de recurrir a la acumulación de justificaciones técnicas para sustentar sus hipótesis.

Finalmente, Peter Trawny construyó una eficaz y brillante narración que no dejó mucho espacio, por su contundencia, a la tibieza a la hora de juzgar la militancia nacionalsocialista de Heidegger y el papel del nacionalsocialismo en su pensamiento. Los fragmentos de los Cuadernos en los que se refiere al "judaísmo internacional" - frente al que Alemania vierte su mejor sangre (un motivo muy hitleriano) - o en los que describe la Guerra Mundial como una "guerra planetaria" en la que tendrá lugar el enfrentamiento entre el "judío" y el "judío esencial" no son anecdóticos: juegan un papel primordial en la comprensión de la Historia del Ser que recorre su pensamiento en estos años. Su silencio ante el exterminio de los judíos europeos y las "desafortunadas" expresiones en las que se refirió oblicuamente a él tras la derrota alemana no son simples "errores": son solidarios de su antisemitismo y éste no es un mero tópico irrelevante.

De vuelta a casa uno se reafirmó en una convicción que debe a la inestimable labor del investigador chileno Victor Farías y su Heidegger y el nazismo (1987) que tantos ataques e improperios recibió en su momento al mostrar, razonablemente, el estrecho vínculo que unía a Heidegger al nazismo: fue un ferviente nazi que además pagó su cuota al NSDAP hasta abril de 1945.

Gracias a Víctor Farías por su osadía aunque alguna de sus interpretaciones fuera difícil de compartir:

" En lugar de discutir mi tesis central y de ver en ella la explicación fundamental para entender primero la adhesión de Heidegger al nazifascismo y luego su curiosa relación con él hasta su muerte, algunos críticos han querido establecer, como un dogma, la separación entre una «persona» miserable y una «filosofía» grande, intocada e intocable.
La defensa de esa «grandeza» ha delineado vanas y multicolores estrategias. La más primitiva —la de los guardianes del Grial— ha optado por negar los hechos y atribuir mi trabajo al simple deseo de hacer daño v causar escándalo (F. Fédier) o crear «objetos sensacionalistas» (K. Nolte). A esta opción ha contestado  brillantemente R. Rossanda. Otra estrategia estableció que «ya se sabía todo», pero urgió, paradójica y precisamente sólo ahora, a pensarlo «todo de nuevo», llamando vaga y frívolamente a los hechos «abismos fascinantes» sin proponer nada más concreto que variantes en la «lectura» (Derrida). Ante la masa de evidencias, otros intentos encubridores optaron por disociar «la persona» del filósofo, de su «obra» (G. Vattimo). Ello, por cierto, sin reparar ni por un instante en que la actividad política de Heidegger por mí tematizada estuvo siempre según su inopia versión— fundada en momentos esenciales de su filosofía, que su praxis política durante el Tercer Reich fue articulada por Heidegger mismo en los textos filosóficopolíticos que mi libro analiza. Común a todas las estrategias es, por lo demás, desconocer que, después de 1945 y hasta SU muerte, Martin Heidegger cimentó su relación con el nazifascismo, con el «destino de Occidente» y con los alemanes, entendidos como «el corazón de los pueblos», sin abandonar un ápice el fundamento ideológico genéricamente nazi que lo llevó a sumarse al movimiento, a querer incluso dirigirlo espiritualmente, a censurar con dureza el desviacionismo posterior a 1934 y a pasar por alto, y para siempre, sus monstruosidades. En efecto: convertido, tras 1945, el «Ser» en «acontecimiento» (Ereignis), entendido el lenguaje como «la casa del Ser», el lugar en el que el ser humano deviene propiamente tal, la afirmación suya de que únicamente el lenguaje de los alemanes puede rescatar y salvar el «Ser» sólo puede ser comprendida como una radical discriminación en el mayor nivel, en el nivel decisivo en que la historia fáctica deviene ontológica. Puesto frente al peligro que trae consigo la «expansión planetaria de la técnica», Heidegger afirma en su texto póstumo que sólo el nazismo (el verdadero, el del inicio y sólo él) estuvo en el camino de enfrentar el problema esencial del hombre moderno. Es en este mismo texto donde Heidegger reafirma su desprecio por la democracia y por los sistemas que la practican. En cambio, no escuchamos ni una palabra de censura sobre el Holocausto, ni tampoco sobre un eventual interés de los periodistas por saber la opinión de Heidegger a propósito de los crímenes nazis. Si hay algo que Heidegger reprocha a los alemanes, no es el exterminio y la guerra, sino el no haber filosofado con profundidad." (Trad. de Enrique Lynch, p5-6).