19 de febrero de 2015

Crónica de la Nueva Edad (19/02/2015)


Estas últimas semanas se está abriendo camino un cierto temor al encallamiento, cuando no embarrancamiento, del "proceso" en las esferas de bastantes medios digitales secesionistas. La búsqueda de "culpables", de enemigos internos o quintacolumnistas está frecuentando las cartas a los directores, comentarios y notas diversas de cuadernos de bitácora mientras que, al mismo tiempo, abundan las apelaciones a la unidad ante la "oportunidad histórica". Se diría que el entusiasmo, aunque sigue siendo dominante en el movimiento, está teniendo que soportar la aparición en su tranquila superficie de explosiones de ira, decepción o desmoralización. Los medios más oficialistas, incluida la Televisión Nacional, van dejando espacio a la discusión y evaluación timorata todavía de una tesis que hasta ahora había sido negada y silenciada: la división del país en dos mitades. Sigue siendo una simplificación grosera (cuanto menos habría que pensar en cuatro grandes grupos: secesionistas, unionistas, españolistas y apáticos u hostiles al "problema nacional") pero al menos tiene la virtud de acercar el voluntarismo secesionista un poco más a la realidad. Darse cuenta de que, en el mejor de los casos, entre 1,8 y 2 millones de catalanes pueden ser partidarios de la secesión, es preferible, cara a una optimización de sus posibilidades de éxito que fingir que esa minoría mayoritaria es la absoluta mayoría de los ciudadanos catalanes.

Con todo, esta tímida aproximación de la Televisión Nacional a su perdido y añorado carácter Público no compensa el asfixiante onanismo de que sigue haciendo gala. Estos días de enfermedad uno ha roto su solemne voto de abstención de los medios nacionales catalanes: están por ver sus efectos secundarios. Dos ejemplos. Se ha estrenado hace poco un programa con un título delirante "Com som els catalans?" y contenidos más alucinatorios todavía. Así, para determinar esa modalidad del ser de los catalanes, su quiddidad, sus atributos esenciales, se recurre a pseudoencuestas con preguntas del estilo "Quin percentatge de catalans i catalanes fan l'amor amb el llum apagat? Quin percentatge de catalans i catalanes han visitat la Moreneta a Montserrat? Qui s'estimen més, el catalans: Cristiano Ronaldo o José Ignacio Wert?". Un ejercicio de autosatisfacción tan grosero que sonroja. Otro programa, ya más antiguo, recorre pueblos minúsculos y singulares de nuestra querida Catalunya y concluye inevitablemente con un "Sou molt bona gent!". Es como estar viendo las danzas regionales y el costumbrismo de la Televisión española de los setenta...

Por cierto, ahora recuerda uno que esta pulsión onanista, soterrada y combatida por éxito por unos profesionales en los que dominaba una cierta concepción de la profesión periodística casi cosmopolita y un cierto complejo provinciano, del que ahora los medios secesionistas gritan sin denuedo que había que huir, siempre ha recorrido la programación televisiva catalana. Hace unos años, ante mi perplejidad, en un programa dedicado a determinar, mediante votación popular, la mejor canción de la historia, el público votó masivamente Paraules d'amor de Serrat (que, además, no es precisamente una pieza que a uno le agrade demasiado) por delante de My Way, Yesterday, Hey Jude o Like a rolling stone... Lamentable. Uno creyó que se trataba de un accidente, de algo propio de la "España cañí del eterno robo de Eurovisión" emulado por los productores televisivos del Principado pero que no tendría continuidad y se agotaría en su carácter episódico.

Me equivocaba...