3 de febrero de 2015

Brady y McMahon casi treinta años después


La madrugada del domingo uno estuvo cerca, por un momento, de recobrar ese tiempo perdido que creía haber recuperado Proust. 29 años después de que mi amigo Rais me aficionara al futbol americano quizás para siempre, volví a ver en directo una Super Bowl. En estas casi tres décadas todas las vistas lo fueron en diferido: al día siguiente, dos días después o incluso una semana pero jamás en vivo.

El 26 de enero de 1986, en el Superdome de New Orleans, un gigantesco estadio cubierto, se celebró la vigésima Super Bowl que TVE retransmitió en directo. Rais me invitó a ver el partido en el diminuto piso que sus padres tenían en el inicio de la Ronda de General Mitre, justo enfrente del antiguo campo de fútbol del RCD Español. Si no recuerdo mal, estábamos leyendo y analizando los Manuscritos de Marx en la edición de Alianza y nos veíamos en su casa con algo más de frecuencia que en el curso anterior, marcado por una recién entablada relación sentimental de la que uno no guarda buen recuerdo ni con tantos años de distancia. Sobre la una empezó el partido y aquellos Chicago Bears que arrasaron a los Patriots por 46 a 10 nos conquistaron. En aquel equipo, retrospectivamente, quizás creyera ver no sólo la cosmopolita aspiración a superar la distancia respecto a la provinciana España y la tediosa Barcelona sino también una suerte de síntesis entre una superficialidad apolínea (el quarterback McMahon con sus muñequeras, cintas y blancos aditamentos varios, el elegante corredor Walter Payton o el espigado receptor Willie Gault - un antiguo vallista que había sido medalla olímpica pocos años antes - ) y algo dionisíaco (la memorable y corpulenta defensa de Mike Singletary, Richard Dent, Dan Hampton o la "Nevera" Perry) que, desde entonces, acompañó - irreflexivamente primero y reflexionadamente después - mi gusto por este espectáculo.

Afortunadamente, el tiempo lo ha despojado de mitología y retórica convirtiéndolo en un simple refuerzo estético con el que, en la mitad final de la vida, uno trata de mitigar el desgaste que el paso del tiempo y su acabamiento inflinge.

P. S: Podría decir que la victoria de "Apolo" Brady el domingo en Arizona en la Super Bowl XLIX me devolvió aquella noche pero, francamente, no fue así. Trajo un hermoso recuerdo pero bien acompañado de la evidencia del tiempo pasado e irremediablemente perdido.

Sí bueno... Pero al fin y al cabo ganó Brady.