17 de febrero de 2015

Algunas observaciones en torno a la "sociedad del espectáculo" (I)


¿Vivimos, los occidentales del siglo XXI, según la temporalización cristiana, en la “sociedad del espectáculo”? O, más modestamente, ¿tal vez en “una”? ¿No habitaríamos más bien en una “sociedad de la información” (o “informacional”)? ¿O en una sociedad “poscapitalista” o “capitalista tardía” o “posimperialista”? O, más aun, ¿en una “sociedad líquida”? Para no hablar de una “sociedad posmoderna” o una “sociedad red” o una “sociedad del riesgo” o...

La elusividad de lo complejo se aviene mejor con la concurrencia que con la exclusión: cuando los elementos que se describen no pueden ser relacionados únicamente por pares o aislados uno a uno, acostumbra a ser más útil utilizar diversos enfoques que circunscribirse a uno sólo, lo cual no quiere decir que todos sean igualmente aceptables o convenientes.


Como si fuera una partícula, la sociedad se comportaría de una manera u otra dependiendo del instrumental usado: se dejaría ver como Imperio o Espectáculo, como Capital o Red. Pero de la misma forma que una partícula no varía su comportamiento si se utiliza como medio una lupa de cinco aumentos o las cartas del Tarot como medio de descripción, el objeto “sociedad” no se modifica, ni puede ser observado como tal, valiéndose de la Tabla de los elementos o las Leyes de Stenon. Concurrencia, proliferación, multiplicidad no quiere decir ni síntesis, ni mezcolanza, ni cóctel donde “todo vale”.

Por ello, puede que sí que, en cierto modo, vivamos tanto en “la sociedad del espectáculo” como en esas otras sociedades.