28 de noviembre de 2014

Crónica de la Nueva Edad (28/11/2014)


El martes Moisés reveló el plan de la Divina Providencia para Catalunya. Se acabó la relativa calma, la resaca del 9N. Ha durado poco pero el Movimiento necesita alimento continuo para sostener su dinámica y generar presión, mucha presión. Tanta como está recibiendo el pobre Oriol Junqueras para que se plegue al juego del President y abjure de todo lo que no sea el sacrificio ante el Altar de la Patria. No tiene muchas opciones. En pocas semanas y gracias sobre todo a la torpe actuación de la derecha española, los medios de comunicación nacionales y "los otros", los de allende el Ebro, le han dado la vuelta a la tortilla y transformado la percepción social de un líder amortizado y agonizante en un Conducator rampante que ningunea a un político del que se ha servido y se seguirá sirviendo. A uno le da una cierta lástima Junqueras que siempre le ha caído bien: preso entre los intricados laberintos constituidos de un poder de décadas y sus servitudes patrióticas, se ha quedado sin margen de maniobra y su "nuevo país social y limpio" se quedará en "nuevo país". Hasta ICV y las CUP se han desmarcado del "abrazo del Oso". Ya veremos hasta cuándo.

Lo peor del camino trazado por el president no es que un político cínico devore a uno ingenuo sino que el secesionismo, cobijado bajo un liderazgo carismático, incrementará hasta el paroxismo la presión en los próxomos dieciocho meses. Lo confieso, uno tiene la impresión de que esto puede ser terrible. Antes del "solteros contra casados" del 9 de noviembre no quise participar, en la medida de lo posible, en el cultivo del clima enrarecido en el que se quiso envolver el asunto desde algunos lugares y rehusé hablar de la "presión" que algunos secesionistas ejercían. Hoy, como tantas veces a destiempo y antes de que comience el siguiente acto de esta opereta que es la "Nueva Edad", vale la pena dedicarle unas líneas con la mayor ecuanimidad, y distancia, posibles.

A finales de octubre, una tarde, sonó el interfono. "Som de la campanya del SI-SI. Què ens pot obrir?" ("Somos de la campaña del SI-SI y venimos a informarle. ¿Puede abrirnos?"). Como vi después, eran dos señoras con indudable aspecto de maestras. Dado que había resuelto no responder por cuestiones estéticas (no abro nada más que al cartero y no acepto que nadie venga a darme la paliza a mi domicilio particular) y también éticas (¡váyase usted a saber qué uso hará una entidad privada de mis datos!), respondí, y era cierto, que no me iba bien en aquel momento. No me ofrecieron alternativa alguna (por suerte) y se despidieron secamente. Miré por la ventana y vi cómo apuntaban algo (¿qué?) en una hoja que guardaban inmediatamente después en una carpeta. Podría ser insignificante. Tal vez la inscripción ni siquiera tenía que ver con el que escribe pero una sensación de incomodidad y cobarde arrepentimiento ante la posibilidad de ser señalado me dominaron durante un buen rato: resultó, no puedo negarlo, desagradable. Fue un efecto más de la presión exasperante a la que algunos, y remarco este "algunos", secesionistas quieren someter a la población "no afecta" a la causa.

Peor les fue a otross en algunos pueblos en septiembre y octubre. Tres amigos, dos que viven en el interior y uno cerca de la costa, éste por correo electrónico y pidiéndome que mantuviera su anonimato si decidía utilizar su experiencia, me relataron en su momento ejemplos parecidos de una presión que, en algunos momentos, podría rozar la coacción. Uno me explicó que un cliente, ante su falta de entusiasmo por la votación del 9, le dio a entender que su negocio no prosperaría con esa actitud y que tendría "que hacer las maletas" si no "estimava la nostra terra". Otro, personaje público en su pueblo, me contó que debía ocultar su desapego a la causa buscando mil y una excusas para evitar "significarse", "distinguirse" y, con ello, ser "señalado" como "no-secesionista" ante el 11 de septiembre, en diversos actos que se organizaron posteriormente y en la campaña de preparación de la consulta. El tercero, tres cuartos de lo mismo: me confesó sentirse intimidado y haberse recluido en el silencio por miedo a ser considerado un "españolista" y padecer represalias laborales.

Son casos aislados en el conjunto de Catalunya puesto que el peso de una gran ciudad como Barcelona, donde es difícil saturar el espacio público, puede compensar sobradamente esta presión. Pero si la extraemos de la ecuación, y también a los municipios del "cinturón rojo", la cosa podría no ser tan tranquilizadora.

De momento, aunque el horizonte no se albire esperanzador, hay que decir, en honor a la verdad, que la presión que uno experimenta proviene ante todo de sus lecturas, por muy intempestivas que sean, de los medios. Mis amigos secesionistas me dejan en paz y, de hecho, ni me han preguntado siquiera si voté o no. Saben de mi escaso, por no decir nulo, patriotismo y de mi rechazo al nacionalismo en el cual no puedo dejar de ver mucha religión y un riesgo totalitario excesivo pero siempre se han avenido a discutir y argumentar de forma respetuosa. Últimamente ya no sucede pero cree uno que es más bien por salvaguardar nuestro afecto en la discrepancia: sabemos tolerarnos y queremos preservar un espacio de interacción a salvo de la actualidad política. De hecho, pondría la mano en el fuego por ellos en el caso de que hubiéramos de habérnoslas con un triunfo de los etnicistas y totalitarios.