5 de julio de 2014

Poesía latinoamericana (y II)


No pude concluir la lectura de ese Prólogo o Introducción, que no se confiesa como Prólogo ni como Introducción ni siquiera como Presentación sino algo así como un avant-texte, escrito desde el borde, casi desde el precipicio por el que uno cayó despeñado. La incapacidad de seguir adelante hizo que el horizonte de expectativas generado se presumiera anegado por la bruma: poco profundo y trufado de presentamientos negativos.

Sin embargo, lo presentido se quedó en eso: en una anticipación errónea. Pese a la reluctancia que uno siente hacia la poesía experimental, irracional y hermética, que practicó con denuedo en su juventud con tan poco acierto como gracia, en la antología abundan las muestras de que no siempre el ensamblamiento aleatorio y el "a ver quién la dice más gorda" carecen de rigor y generan artefactos desechables sino, bien al contrario, textos magníficos que funcionan. Será que uno envejece a pasos agigantados pero, por ejemplo, poco amante de la poesía visual, los poemas de César Eduardo Carrión y, sobre todo, de Delmo Montenegro me han parecido memorables en su sentido justo: me parecen dignos de ser recordados con placer y gusto. Otros poetas, a medio camino entre el hermetismo y la narratividad también ingresaron en la nómina de autores que escriben textos que uno hubiera deseado ser capaz de escribir: Elbio Chitaro, Edgardo Dobry, Hector Hernández Montecinos o incluso Leon Félix Batista, pese a que unas líneas suyas puedan plasmar casi a la perfección esa poesía de la que uno intenta alejarse. Pese a ellas, repito, los poemas de Batista contenidos en la antología son excelentes. Pero a lo que iba: "Uno queda en nundo, solo, militando en lo confuso, hasta rehacer los hechos [hasta aquí bien]: a la radio fragorosa (proscribiendo el inconsciente) [ay, ay] se le vio extenderse a todo [a quién ¿al inconsciente, a Uno?]: [¿otra vez estos dos puntitos de las narices?] licuefaciendo sillas [¡hala!], volviendo masas voces [¿no falta nada aquí, perdón?]. Oscura luz pillaba, con rudo desbalance..." [en fin, etc.]. Ahora bien, en el conjunto de sus textos recogidos en la antología este párrafo se diluye ante la fuerza y el riesgo de su propuesta.

Y, por supuesto, la presencia de otros extraordinarios poetas más del gusto de uno, y más cercanos, como Dámaris Calderón, Sergio Raimondi, Julián Herbert, Cristóbal Zapata o Rafel Espinosa.

Junto a la molestia y las ganas de responder y someter a crítica, brotaron de la lectura de esta antología sugerencias, "puntos de fuga", ideas... como hacía años que no surgían de una recopilación semejante. Hay que agradecer a aquellos mismos a los que se critica la ceremonia de la confusión teórica el acierto en la muestra de poetas - y poemas - elegidos, así como a los responsables de la colección. Felicidades.

P.S: Está claro que, si se atiende a la experiencia propia, con la edad, la educación del gusto y la capacidad de reconocer lo objetivamente valioso comienzan a consolidarse de tal forma que uno puede llegar a ser capaz de reconcocer aquello estéticamente apreciable en lo más lejano. Seguiré, probablemente, prefiriendo la poesía "narrativa" o inteligible a pesar de que, parafraseando a Eduardo Moga, abunde en ella la sentimentalidad "de garrafón" o, bajo una apología de la nimiedad, la simple y llana perspectiva de "ranas" incapaz de elaboración crítica que denunciaba Ernst Bloch. Pero, poco a poco, me veo capaz de reconocer, en los irracionalistas herméticos y vanguardistas de diverso cuño, más allá de las muchas construcciones fraudulentas o de "todo a cien", la capacidad de construir artificios estética y también conceptualmente, valiosos. Algo tan críticamente fundamental como ensamblar artificios con pretensiones de veracidad.