27 de mayo de 2014

Una de fobias y filias


Las elecciones en nuestras sociedades son, en cierta medida, una representación, un teatro. Nuesttras democracias probablemente sean más bien regímenes administrados en las cuales el contenido de la idea democrática ha sido subsumido por su forma como resultado de la inadecuación entre el principio igualitario que subyace a la estructuración ilustrada del principio y la desigualdad inherente al mercado orientado al beneficio del capital. Mas este teatro no es un puro ornamento: tiene efectos que van desde pequeñas - por la escala -, pero importantes, alteraciones en los hábitos de vida de muchos ciudadanos hasta simples, o complejas, satisfacciones o frustraciones catárticas individuales.

En este plano es donde las elecciones europeas más le han afectado, de momento, a uno. Específicamente en ese ámbito tan íntimo y propio de las fobias y las filias. Quede constancia de que ambas no deberían tomarse a la ligera y descalificarse, ocultarse o disimularse como excrecencias del pensamiento o la afectividad. Las fobias y las filias de uno, y probablemente de todos, no son únicamente fijaciones irracionales. Las hay que obedecen a acciones de los objetos de nuestros odios o deseos que nos han alcanzado y sacudido más o menos profundamente y que, por tanto, pueden tener un fundamento racional o razonable. Y, finalmente, las hay que son el resultado de la combinación de ambos factores. Y todas ellas, en determinados contextos, juegan un papel de priemr orden en nuestras acciones. Dicho esto, al ajo.

Dos de las fobias más pertinaces de uno han corrido distinta suerte gracias a la función que ha tenido lugar estos días. Y una nueva acaba de brotar como una tierna florecilla silvestre, lo cual siempre es un síntoma positivo: seguimos en el mundo. Las dos primeras pertenecen al grupo de las que poseen un fundamento racional pero la tercera tiene un inequívoco carácter emocional aunque, si se rastrea un poco, podría emerger una justificación razonable para expliucar su génesis.

Por un lado, por fin, Alfredo Pérez Rubalcaba "abandona el escenario": ya era hora. Eso sí, ha terminado de hundir al Partido Socialista que ya precipitó en el abismo el inteligentísimo y brillante José Luis Rodríguez Zapatero. Bien merecido lo tienen aquellos que fiaron su suerte a semejante pareja. Una cierta justicia poética se ha impuesto: el individuo en cuestión no llegará nunca a ser presidente del Gobierno español, que no es nada que a uno le produzca especial interés, pero como a él sí, pues está bien lo que bien ha acabado. Le debe uno esa LOGSE que comenzó a demoler la enseñanza pública de este país y preparó el terreno para su despiece y venta posteriores. Adiós y hasta nunca.

Por otro, al lado de esta estupenda noticia, otra malísima: Ernest Maragall, el peor conseller d'Ensenyament que uno ha padecido, ha logrado un acta de eurodiputado y gozado de unos días de gloria que no se debería haber merecido llevando el espantajo del Cid encarnado en su hermano a cualquier acto que cree conveniente. ¿Será capaz de llevarlo al Parlamento europeo a defender las tesis secesionistas? Cada día parece capaz de mayores vilezas así que no cabe descartarlo. El problema estará cuando ERC gobierne por estos pagos, lo cual no tardará mucho en ocurrir: Terricabras o él como consellers d'Educació... La perspectiva es estremecedora, ética y estéticamente, en cualquiera de los dos casos. Sólo puede uno oponer que no será gracias a mi voto, pese a que juzgue a Oriol Junqueras un excelente dirigente, que este desastre acontecerá.

El apunte final. Una nueva fobia ha emergido con fuerza: Pablo Iglesias "el joven" y su Podemos. Teme uno que tiempo habrá para dedicarse a cultivarla. Demagogia y populismo de izquierda: la peor combinación posible. El fundamento racional: uno cree que reemplazar la izquierda de raíz marxista, el liberalismo o el anarquismo, como discurso transofrmador que sirva a la Causa General de la emancipación por un socialismo evangelizador que se inspira más en la doctrina social de la Iglesia pasada por el mayo del 68 y los medios de comunicación que en El Capital, Popper o Chomsky, es una mala opción. Horrible de hecho. Para vocaciones sacerdotales las de siempre. Para misiones, las del Africa subsahariana y sin niños cerca...