1 de mayo de 2014

"No hay tiempo para libros"


Uno es incondicional de David González. Puede que en este caso no se diferencie de los seguidores del Atlético de Madrid y, en realidad, profese una especie de fe (en todo caso debe ser la única y diría que sólo se extiende a algunos seres humanos que habitan la República de las Letras o a sus obras). En todo caso, como seguidor de este credo, he leído su penúltimo libro que, después de la lenta y ardua experiencia de Entreguerras de Caballero Bonald y las menos difíciles de Un centro fugitivo de Alvaro Valverde, el singular Delfos me has vencido de Juan Carlos Elijas, el clásico John Clare (la Antología poética editada por Linteo) y el decepcionante Horla City y otros de Fabián Casas, ha supuesto el ansiado retorno a la lectura de poesía tras meses perdido entre escrituras varias y otros libros más heterogéneos todavía.

Ya escribí hace algunos años sobre la poesía de David y, aunque podría añadir muchas más cosas, creo que el núcleo de mi pasión por su obra no ha cambiado como, hasta cierto punto, tampoco su trabajo, por eso lo dicho sigue siendo más o menos válido y perfectamente aplicable a No hay tiempo para libros que, en la modesta opinión de uno, es más David González en "estado puro", más de ese David que funciona como autor sagrado para una generación de poetas que pugna por escapar de la marginalidad y que es la parte más conocida de un escritor más proteico de lo que en principio semeja: así, uno persistirá en considerar que su mejor libro es, justo, el menos reconocido y casi el más olvidado en estos últimos años, El hombre de las suelas de viento. Mas incluso si lo ignoráramos y nos limitáramos a su producción de "no ficción", como él la denomina, David no perdería un ápice de su categoría: es autor de un buen puñado de los mejores poemas que uno ha leído. Y eso es bastante más, por muy subjetivo que suene, que lo que puede decir de autores consagrados de los que, con suerte, puede rescatar un par, tres, cuatro tal vez y en algún caso, sólo unos versos. Cierto es que de pocos poetas en este mundo uno puede salvar más allá de unos cuantos poemas y que uno se consideraría feliz si alguien le dijera que uno de sus poemas figura en su antología personal de lector. Por ello, es aun más significativo que en el caso de David sean bastantes los que figuran en la mía.

Mas la fe de uno no es acrítica. Hace algunos años un poeta conocido me afeó que, con mi "estilo" (?), temática y preocupaciones poéticas, sintiera semejante debilidad por la obra de David González y, peor, que lo comparara con otros poetas a los que también admiro como Marzal, Panero, Brines, Pacheco o Gamoneda incluyéndolos en la misma categoría. Únicamente pude responder no que sobre gustos no hay nada escrito, lo cual es falso, absolutamente falso, hay mucho escrito y en algunos casos muy bueno, sino que el agrupamiento sectario del espacio poético, la existencia vicaria que reproduce en la República de las Letras el patriotismo del mundo de la vida es algo que a uno le parece no sólo ajeno a su idealidad sino integralmente contrario a ella. No fue una buena respuesta, desde luego, pero no valía la pena sugerirle que leyera sin prejuicios la obra de David. El poeta, por supuesto, no reflexionó lo más mínimo acerca de mi apreciación. Quizás no supiera qué significaba "idealidad". Tal vez me consideraba un advenedizo sin criterio ni gusto como quedaba demostrado por haber estudiado Filosofía y no Filología. En fin... En todo caso, reconozco que la observación hizo mella y por ello cabe recalcar que mi fe no es acrítica. Un ejemplo. No me convence el uso de los dos puntos que David prodiga en los últimos tiempos y que otros glosan como una innovación extraordinaria: en asuntos de puntuación uno es especialmente maniático - además de incorrecto - y por eso, no pudiendo dar lecciones a nadie, tampoco me acaban de gustar los experimentos que, lógicamente, no sean los míos. Eso para que no se diga que uno confunde pasión con ciega admiración.

Ahora bien, esta opinión afecta muy poco al juicio que me merece No hay tiempo para libros y menos aun la figura construida del poeta: David González residirá probablemente para siempre en mi Parnaso. Y, como muestra, otro poema de esos que ya he incluido en mi Antología. Sólo por estos versos el libro está justificado: alguien que es capaz de escribir un poema como éste puede poner los dos puntos que quiera y dónde le de la real gana.



"nadie a salvo

expondré los hechos
tal y como sucedieron:
cronológica y objetivamente:

luego: las preguntas:

la otra noche:
a eso de las tres y media de la madrugada:
un coche de paisano de la policía
que circulaba en sentido contrario por la calle muelle de oriente
frenó de golpe: en seco: derrapando:
entre la pizzería vesubio & el pub la sal:
y
de su interior:
pistola en mano:
salió despedido un estupa que:
apuntándome con su arma reglamentaria:
gritó: y son palabras textuales:

¡quédate quieto ahí donde estás, hijo de la gran puta: !

me quedé: quieto: como la luz de una farola:
y
cuando el secreta llegó a mi altura:
en voz baja: conciliadora: voz de jesuita: le pregunté:

¿sucede algo señor agente:

escucha: maricón de mierda:
como no te calles la boca ahora mismo:
te subo al coche

te tiro por la campa torres abajo:

la campa torres: oppidum noega:
es un promontorio: una especie de acantilado
que domina la mar del cantábrico:
se trata de un castro primitivo
en el que antaño vivieron los cilúrnigos:
uno de los veintidós pueblos de los astures:

acto seguido:
sin más contemplaciones:
y
sin identificarse:
me empujó violentamente
contra la persiana metálica de la sal
y
procedió a cachearme:
demostrando su incompetencia en la materia:
no me encontró el polen de dios
que guardaba en uno de mis bolsillos:

me ordenó entonces sacar todo lo que llevase en
ellos
y
en mi bandolera gris de la casa george, gina & lucy
y
dejarlo todo sobre un suelo sucio: borracho: con meos y vómitos:
momento que aproveché para decirle:
porque ya me había funcionado en otras ocasiones:
en voz baja: conciliadora: voz de jesuita:

escuche, verá, yo soy poeta e iba para mi… 

¡que te calles la boca de una puta vez,
poeta de mierda,
o te subo al coche

te tiro por la campa torres abajo:

abajo están las rocas:
y
las olas rompiendo contra las rocas:
lavando mi sangre
y
llevándose mis despojos:

bien: hasta aquí los hechos:

ahora las preguntas que me sugieren
y
que le voy a formular a este calcetero:

cuando llegas a tu casa:
¿tienes por costumbre apuntar a tu parienta
con tu arma reglamentaria y gritarle:

¡quédate quieta ahí dónde estas, hija de la gran puta:
 
¿también amenazas con tirarla por la campa torres abajo:
¿también la empujas violentamente contra una pared
y
la cacheas para ver si encuentras la leche de otro hombre,
uno de verdad, arrollando por sus muslos:

¿también la amenazas con tirarla por la campa torres abajo:
cuando llegas a tu casa:
¿tienes por costumbre apuntar a tus hijos
con tu arma reglamentaria y gritarles:

¡quedaos quietos ahí donde estáis, hijos de la gran puta:

¿también amenazas con tirarles por la campa torres abajo:
¿también les empujas violentamente contra una pared
y
les cacheas para ver si encuentras unos putos
porros en su mochilas escolares:
¿también amenazas con tirarles por la campa torres abajo: !

no: vigolero: espera: no me respondas todavía:
hazlo después de la publicidad:
después de que tu cómplice haya comprobado mi papela:
te la devuelva y te diga:

está limpio:

¡ah:
pasmuti:
y
si por un casual lees este texto:
vete olvidándote de subirme al buga
y
tirarme por la campa torres abajo:
con la incompetencia: manifiesta: que te caracteriza
casi fijo que ni habrás

caído

en que este poema: este poema es:

mi mejor

seguro

de vida:

estos malditos polis no conseguirán nunca meterme miedo:
jack kerouac"