23 de febrero de 2014

Álvaro, Eduardo y la República


Domingo que anticipa la primavera en Barcelona. Hemos bajado hasta la playa y recordado, al paso, porqué hubo un tiempo en que esta ciudad nos parecía hermosa. Era la época en que mirábamos al Mediterráneo. De hecho, para ser más exactos, la época en que contemplábamos el mar día sí, día también. Es sólo a estas edades, en las que - a falta de otras cosas - el archivo literario está omnipresente, que uno lo lee como "estar cara al Mediterráneo" e, inmediatamente, toda una panoplia de agazapadas referencias literarias, filosóficas y culturales (el "Mare nostrum", la multiplicidad de culturas, Grecia, Roma, Egipto, los Fenicios, el alfabeto, el paso del mito al logos, el comercio, etc.) invaden el entendimiento para "embellecer" lo que no va más allá, en principio, de una sencilla observación de la llanura azul.

A la vuelta, hemos cocinado un conejo y abierto una botella de Ribera del Duero de esas que se guardan para las "grandes ocasiones". Por la tarde, aun bajo los efectos del "bienestar", uno ha estado "hojeando" sus cuadernos preferidos en la Red. Y, quizás por esa necesidad estética de la que hablaba antes, se ha detenido páginas y páginas en dos que hacen de la literatura, de su lectura, su escritura y su experiencia, su eje: los de Álvaro Valverde y Eduardo Moga. Hay otros tan interesantes o bien escritos como estos dos. Pero en los demás, casi siempre para bien, habitualmente se cuela lo extraliterario: en ocasiones hasta el exceso. Y hoy no era el día de los "estados de cosas" que denominamos "mundo", de esas otras repúblicas en las que acontece de todo y apenas literatura y arte. Cuando se ha acabado la peregrinación, la impresión de que en Barcelona, hoy, también se podía ser ciudadano de la República de las Letras y sólo de ella, ha dominado el ánimo.