29 de enero de 2014

Crónica de la Nueva Edad (29/01/2014)


Recibe uno con una mezcla de alegría y envidia la noticia del parón a la privatización de los hospitales públicos madrileños. Aunque la decisión judicial ha sido clave, es probable que sin la presión popular y de algunos medios los jueces no se hubieran inclinado por echar el freno a la propuesta de la derecha madrileña y eso es motivo de alegría.

Sin embargo, puede más la envidia (acompañada de indignación) porque, mientras tanto, la corrupción generalizada de la sanidad catalana y su imparable proceso de privatización continúan tapadas por un espeso velo: el de la "lucha nacional". Nuevamente, como uno ha denunciado en muchas ocasiones, el nacionalismo, o peor el patriotismo-secesionismo, no sólo no añade nada a la lucha por los intereses máximamente generales de la humanidad (si es posible todavía postularlos y uno cree que sí, al menos como ideales regulativos) sino que es, como siempre, más un obstáculo.

La gente de "Cafèambllet", objeto de una incesante persecución política y mediática, son de los pocos que se han atrevido a denunciar la corrupción inherente al sistema público-privado catalán (que cada vez se inclina más hacia el eje privado). Poca gente se manifestó contra los planes privatizadores ni contra este modelo que carcome la sanidad pública y equitativa: la llamada izquierda sigue demasiado ocupada con el ondear de las banderas y la llamada derecha ondeándolas para distraernos a todos; la mayoría de los periodistas "nacionales" a lo suyo...

Del prólogo de Àngels Martínez Castells a la edición castellana del libro de Marta Sibina y Albano Dante (editores de "Cafèambllet"):

"Y todo esto pasa cuando el sistema mixto público-privado de la sanidad en Cataluña está en un equilibrio inestable que puede decantar de manera decisiva el proyecto de Boi Ruiz de descuartizamiento del Instituto Catalán de la Salud, llevando al límite que la sanidad privada parasite a la pública y se quede con los servicios más rentables. La excusa: que el sector privado administra mejor. La realidad: encarecimiento de los servicios y expulsión de las personas enfermas con rentas más bajas, y peor atención para la mayoría de personas. Pero lo que es fundamental para que este proceso pueda seguir haciendo su tarea de topo es que pase inadvertido: que tanta y tanta gente afectada por la pérdida de lo que es de todas y todos no se entere hasta que ya sea demasiado tarde. Y que finalmente se trague —nos traguemos— las excusas que crean la desigualdad, aliñadas por la retórica de una eficiencia que siempre excluye las clases subalternas. Se trata de que no se discuta el mensaje publicitario de «nuestra» televisión, que lo que realmente funciona es un servicio privado de asistencia sanitaria (gente con poco recursos, abstenerse)..."

Y ante este panorama, la llamada izquierda y los llamados intelectuales, pues eso, "distraídos"...