13 de septiembre de 2013

Crónica de la Nueva Edad (13/09/2013)


La prescripción facultativa a la que uno se refería el miércoles no es ninguna broma: la ansiedad que me genera el nacionalismo, en este caso el secesionista - por su mayor proximidad y energía no por su mayor peligro intrínseco (su contrincante, cuando despierte, le da a uno más miedo y para muestra el aviso ultraderechista de Madrid) - y, sobre todo, su presentación a través de los medios, me ha requerido no frecuentarlos. Así de claro lo dejó mi médico: protegerse, parapetarse, poner tierra de por medio, distanciarse para que la ansiedad, y con ella los problemas gástricos, disminuyera.

Decía Adorno que "quien habla con inmediatez de lo inmediato apenas se comporta de manera diferente a la de aquellos escritores de novelas que adornan a sus marionetas con imitaciones de las pasiones de otros tiempos cual alhajas baratas y hacen actuar a personajes que no son nada más que piezas de la maquinaria como si aún pudieran obrar como sujetos y como si algo dependiera de sus acciones" (Minima moralia, trad. de Joaquín Chamorro, p17). Puede que no le falte razón. Si fuera así, esta Crónica de la Nueva Edad ganará en contenido lo que perderá en detall. Y si no es así y Adorno, una vez más, estaba equivocado, queda la justificación de la preservación de la salud ppor si los años de barbarie que se albiran acaban realizándose.

Abundan de un tiempo a esta parte las comparaciones realizadas por intelectuales secesionistas entre los catalanes y los judíos. Hasta donde uno es capaz de orientarse, ha distinguido dos grandes modelos que se sirven para sus fines de esta asimilación. Por un lado, aquellos que establecen la semejanza como elemento de autoafirmación del movimiento secesionista a través de una narración de la persecución que los catalanes como pueblo han sufrido a lo largo de los últimos tres siglos por parte de los castellanos: los catalanes son los judíos del sur de Europa y, como ellos, necesitan un Estado que salve su patrimonio lingüístico y cultural del exterminio. Por otro, los que, también desde el secesionismo, aprovechan la comparación para desplegar los intereses del lobby proisraelí y reforzar la complicidad, comprensión, tolerancia y apoyo a la política del Estado de Israel respecto a sus "enemigos". Hasta aquí veía uno los campos discursivos en los que se movía la asimilación.

Sin embargo, un lector de este cuaderno, David, me ha hecho llegar una perspectiva original, que uno subscribiría como mínimo estéticamente (éticamente cualquier comparación seria entre judíos y catalanes le parece a uno ridícula, como entre catalanes y tutsis), acerca de esta proximidad entre catalanes y judíos. El protagonista de la comparación es Bertran Cazorla que escribe en su Blog:

"Crec que val la pena recordar aquesta tradició jueva que representen Butler i Arendt en aquest moment del procés del poble de Catalunya cap al dret a decidir. En aquest procés vivim, justament, la mateixa tensió que encarnen ambdues pensadores jueves, una tensió d’una comunitat que, d’una banda, tendeix a estrènyer els seus llaços d’amor a la pàtria i a bastir un poder estatal propi que li permet afirmar-se, guarir-se de dècades de menyspreu o sotmetiment. Però que, d’altra banda, ha acumulat en aquestes dècades de menyspreu per altres poders (estatals i culturals en el nostre cas, religiosos, a més, en el cas jueu) una capacitat de crítica cap a qualsevol abús i qualsevol patriotisme. I per això, cada cop que, per exemple, llegeixo una de les boutades que va escriure Francesc Pujols, penso en el somriure crític, escèptic, sorneguer, que causen a l’espectador les pel·lícules de Woody Allen. Quan sento que cal estar tots amb el President, em venen al cap les intransigències dels governs del Likud. I quan recordo el vers  de Maria Mercè Marçal proclamant-se tres voltes rebel, se m’apareixen Arendt pensant en solitud o Butler defensant el seu compromís contra les injustícies. No, jo no estimo Catalunya. No vull els catalans aïllats del món. Els vull liures i polítics."