25 de abril de 2013

Crónica de la Nueva Edad (25/04/2013)


Visto como se va extendiendo en este país la idea de que el deporte de alta competición y especialmente el fútbol, es la continuación de la guerra no declarada por otros medios, uno no puede por menos de alegrarse ante el alejamiento de una posible final Barça-Real Madrid en la Champions esperada por muchos a ambos lados del Ebro como una ocasión de saldar unas cuentas y empezar otras más que simbólicamente.

Lo cierto es que, en el actual contexto, habría sido un lamentable espectáculo de exacerbación nacionalista por ambos bandos poco beneficioso para la higiene espiritual de los ciudadanos razonables que sobreviven a duras penas al sur de los Pirineos.

Por suerte, la "justicia poética" se ha impuesto y nos ha ahorrado unas semanas de penosa propaganda que dejarían a Goebbels en paños menores. Que además sean dos equipos alemanes quienes hayan evitado el descalabro ético-estético que se avecinaba, el Bayern y el Borussia Dortmund, también es motivo de alegría para el que escribe. El Bayern fue, de pequeño, mi equipo favorito: aquel Bayern de Paul Breitner que ganó tres Copas de Europa consecutivas (1974, 1975 y 1976) figuró en mi imaginario durante años como el mejor equipo del mundo. Y el Borussia Dortmund ganó la Champions de 1997 de la mano de un líbero fabuloso, Mathias Sammer, que fue uno de mis jugadores preferidos pese a que las lesiones acabaron rápidamente con su carrera.

Esa final sí que se verá en casa.