2 de febrero de 2013

Posición ante el "derecho a decidir" (y II)


Y dicho lo anterior y para evitar más equívocos creo que llega el momento de pronunciarse sobre el tan traído y llevado "derecho a decidir" desde la premisa establecida acerca de que el momento de la crítica, de la negatividad es el fundamental por más prudente y, al tiempo, epistemológicamente igual de claro y pertinente que la afirmación. Como decía Hegel, y antes que él Spinoza, "toda negación es determinación". Así pues, negar equivale a determinar y, por tanto, a comprender, esclarecer, explicar.

Siendo como es, en la modesta opinión de uno, un asunto de tercer orden con fuertes elementos de "cortina de humo" y una manifestación más de religiosidad pasada por el tamiz de la laicidad, para evitar alineamientos indeseados y puesto que los matices no acaban de ser apreciados en estas tierras (aquende y allende el Ebro) escribiré sobre el "derecho a decidir" como lo haría sobre la próxima Super Bowl que se juega el domingo entre los San Francisco 49ers, que desde la gloriosa época de Montana, Rice y Young no habían vuelto a la final, y los Baltimore Ravens de los viejos defensas Ray Lewis y Ed Reed. En este último caso, sin Tom Brady ni los Giants, me da igual quien gane. Sólo espero ver un buen partido.

Respecto al "derecho a decidir", y partiendo del principio de la negación y no de la afirmación, uno no cree que el gobierno del Estado español deba prohibir la consulta si, como parece claro, una mayoría cualificada de los representantes de los electores catalanes así lo ha pedido. Más bien, parece que el ejemplo de Escocia y Gran Bretaña ofrece un modelo razonable, no religioso, pragmático y de sentido común, a seguir. Para evitar males mayores (especialmente, un desenlace violento de la pugna entre los nacionalistas españoles y los catalanes) debería convocarse la consulta, legalmente, con un resultado vinculante y unas condiciones claras, como en su momento sentenciaron los tribunales canadienses sobre el caso de Quebec.

Esto se traduce en que, evidentmente, uno no se moverá para conseguir la celebración del referéndum pero no avalará con su pasividad el gratuito e inmotivado mantenimiento del statu quo.

¿Está suficientemente claro?

De ahí a alinearse con cualquiera de los dos bandos: un millón de parsecs de distancia. La equidistancia como desideratum y la crítica, la actitud vigilante y no afirmativa, el diálogo, el sentido común, la racionalidad espero que sigan siendo en todo momento las pautas de la conducta de uno.