5 de octubre de 2012

Encuentros


Dos encuentros, en pocos días, con antiguos alumnos le hacen recordar a uno sus mejores tiempos como docente (que ya han pasado, indiscutiblemente) y evaluar, una vez más, la "huella" dejada. Alfonso contactó desde el ciberespacio. Rosa por la calle. Ambos querían, idéntica voluntad, comunicarme la impresión que les causaron mis clases y cómo las recordaban. Alfonso incluso fue capaz de rememorar una de las lecciones iniciales del curso que impartí en tercero de BUP.

Al principio me costó situarlos en el espacio y en el tiempo. Al poco (Rosa ya se había ido) recordé perfectamente sus rostros adolescentes. Ella apenas ha cambiado: conserva la misma expresión y sus facciones todavía no están tocadas por la edad. Él no lo sé. Ambos, para mayor perplejidad de uno, que no habilitó comentarios para evitar a sus alumnos - más específicamente para evitar a aquellos que supongo que no atesoran un buen recuerdo del tiempo pasado en el aula -, pasan por este cuaderno de vez en cuando y reinciden. Quizás hice mal...

Guardan, parece, un buen recuerdo. Yo también: pasé junto a ellos grandes años. Sin embargo, me sigue asaltando la duda: ¿obré con rigor atizando el relativismo en mis lecciones? ¿Les hice más mal que bien? Es evidente que en el transcurso de sus vidas mis clases han representado una infinitesimal porción pero eso no es lo importante. La cuestión para uno tiene que ver con su responsabilidad. Nunca quise ser deshonesto pero ¿no fui en exceso imprudente?