24 de diciembre de 2011

Del justo lugar de la poesía y la literatura en general


La impresión de que la poesía y lo literario en general pudieran ser, ante todo, un residuo, un añadido (o excrecencia) de la facticidad, de la vida, sigue acumulando hechos a su favor.

Hace tiempo uno llegó a la conclusión de que entre los motivos por los que no había escrito nunca un poema erótico se encontraba la evidencia de que cuando se disfrutaba de una relación sexual de lo último que venían ganas era de escribir un poema.

Algo semejante aconteció con la muerte del padre y lo elegíaco. Sólo mucho después de su fallecimiento, a modo de residuo exigido por el duelo, surgió la necesidad de escribir un libro de poemas sobre él. Cuando uno estaba sumergido en el dolor la literatura sobraba.

Ahora, mi hermano ha sido ingresado de urgencia en una clínica y de lo que menos ha tenido ganas uno era de leer y mucho menos de escribir y poesía además. Deja constancia de este hecho ahora que ha dejado momentáneamente el internamiento hospitalario para pasar estas "entrañables fiestas" con nosotros y entonces ha surgido la necesidad de plasmar la circunstancia y la reflexión en este cuaderno. Cuando vuelva para ser operado, si no hay líneas programadas de antemano nada, me temo, podrá escribirse aquí.

Entre vida y literatura (o poesía) se va haciendo patente, cada día que pasa, que hay, no incompatibilidad sino más bien diferencia, heterogeneidad feroz, casi absoluta: si vives difícilmente escribes.