10 de julio de 2011

Los casos SGAE y Strauss-Kahn en palabras de otros


De la opinión de uno sobre las conductas de la SGAE y también sobre el caso Strauss-Kahn han escrito en El País de hoy un lector y un filósofo que no goza del aprecio de uno.

El lector, Víctor Ovies Arenas de Granada, publica una carta titulada "Los piratas eran ellos" que retrata los sentimientos que muchos hace tiempo que abrigamos respecto a la SGAE:

"No pararon hasta que consiguieron que nos cobraran un impuesto preventivo, un canon digital que presuponía que éramos culpables de copiar fraudulentamente material de otros, obviando que la presunción de inocencia es uno de los pilares básicos de nuestro Estado de derecho. Nos bombardearon con anuncios que nos comparaban con vulgares carteristas, con desalmados arrancadores de bolsos sobre motos ruidosas. Pretendieron convencernos de que copiar una canción o una película era como robar un coche deportivo o un diamante, obviando el hecho de que esos son artículos de lujo y la música y el cine son cultura, y como tal, pilares de nuestra sociedad, de nuestra democracia, de nuestra libertad. Se colaron en bodas para denunciar a los novios después por haber bailado Paquito, el Chocolatero o Macarena sin pasar por caja antes. Denunciaron a Ayuntamientos de 3.000 habitantes por representar obras de teatro del siglo XVII en la plaza del pueblo una noche de verano sin pedirles permiso a ellos. Pretendieron cobrar de conciertos benéficos más dinero en derechos de autor de lo que se había recaudado en taquilla. Acribillaron a bares de barrio por encender una tele o poner una radio para entretener a la clientela.

Y lo hicieron al más puro estilo mafioso, amenazando, aunque sin necesidad de ametralladora, que para eso el Gobierno aprobaba leyes que les hacían el trabajo sucio. Quisieron hacernos creer que eran los adalides de los artistas y creadores. Que defendían sus derechos y sus obras. Y al final resultó que los delincuentes eran ellos. No éramos nosotros los deshonestos ni los ladrones. Los piratas eran ellos."

A unas páginas de distancia, uno lamenta tener que coincidir con Henry Levi a propósito del caso que se ha abierto contra un personaje que le resulta tan profundamente antipático como él: Strauss-Kahn. Con todo, la verdad es la verdad, afecte a Strauss-Kahn o a la camareara y la diga Henry Levi o Maradona. Escribe el filósofo francés a propósito del juicio que casi todos hemos celebrado sin mediar proceso alguno:

"Y más teniendo en cuenta que a todo esto ha venido a añadirse otra tentación propia de nuestro tiempo, que es la sacralización de la palabra de la víctima. Pongámonos de acuerdo. Si he tomado parte en un combate a lo largo de mi vida; si, en efecto, hay un combate sagrado para mí, es el que consiste en devolver la palabra a los humildes y a los sin voz -de los que sin duda forma parte la señorita Diallo-. Pero devolver la palabra es una cosa. Considerarla como palabra revelada es otra. Y el hecho es que hemos pasado, también aquí, de un extremo al otro. La época en que la palabra de las víctimas del orden mundial era desacreditada por principio dejó pasó a una época en que, por principio, es acreditada con todos los prestigios y todas las inocencias. (sn) Y esto, una vez más, es lo contrario de la justicia".

No hay más remedio que subscribirlo: la superioridad moral de la víctima no convierte sus afirmaciones en superiores epistemológicamente. La verdad no siempre tiene que ver, por mucho que le duela a Nietzsche, con la moral.

P.S: Por otra parte, cabe imaginarse el peyorativo y vejatorio juicio moral que me merece semejante individuo.