3 de enero de 2011

3 de enero de 2011: Crónica intempestiva de un viaje (XXVII). Clases y espacio social.


2 de agosto de 2010. Tercera parte.

"El concepto de 'objetividad' tiene diversas acepciones. Una de ellas, la que me vino a la mente por la tarde, paseando por la Kurfürstendamm, es la 'capacidad de situarse como un objeto entre otros' frente a una subjetividad que entiende al sujeto como un objeto con respecto al cual se definen los demás objetos, incluidos los demás sujetos.

Mientras paseábamos por esa gigantesca avenida de más de 3 kilómetros me asaltó una convicción: mal que les pese a muchos y, desde luego sin la mayor parte de los atributos de cierta dogmática marxista, las clases sociales o existen o, como mínimo, pueden ser percibidas como tales objetivamente.

Al comenzar el paseo desde la confluencia entre la Kurfürstendamm con la Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche, la cosmopolita sensación de ser un turista desprovisto de espacio y posición social propia se disolvió rápidamente. Esta desposesión no es consustancial a la fenomenología del turista sino a su situación espacio-temporal. Al llegar a una avenida del Berlin Occidental que nos recordaba, en muchos aspectos, al Passeig de Gràcia barcelonés, la ilusión del ciudadano del mundo se disipó para dejar paso a la convicción de que no sólo existe un espacio social al que uno se ancla (o en el cual es anclado) sino que también existe la capacidad de objetivarlo y reconocer, más o menos, su posición en él y su proximidad a grupos de personas con los cuales, en términos abstractos, forma un determinado colectivo social o "clase".

Lejos del Berlin cultural, suprahistórico por su misma historicidad, ante los bares y restaurantes de lujo atiborrados de adinerados turistas y la sucesión de escaparetes de Louis Vuitton, Gucci, Chanel, Valentino, BMW, etc. uno no tarda mucho en apercibirse de su estatuto social 'real' y, también, del que desea o acepta o, resignadamente, soporta.

Casi imperial en su esplendor, la Ku'damm nos retrotrae al espacio-tiempo fáctico que habitamos. Si vamos de compras en busca de los souvenirs que acreditarán la huella de lo visitado en el turista, y a la inversa, iremos a la Kastanienallee y no a la Ku'damm y en esta elección, objetivamente, no hay sólo implicados gustos, disposiciones, hábitos y comodidades sino, sobre todo, una posición objetiva en el espacio social: una cuestión de "clase" definida por el capital económico ante todo.

Mal que nos pese, "aun hay clases" al menos sobre el papel (como concepto útil sociológicamente hablando) y en la experiencia. De ahí no cabe deducir mucho más pero tampoco ilisuionarse estúpidamente acerca de una igualdad "en la diferencia" que olvida las relaciones de sumisión, opresión y explotación.

Afortunadamente, a la altura de la Adenauer Platz, se produce una falla simbólica y el resto de la avenida se convierte en un bulevar razonable que nos devuelve a esa suspensión de la posición social real necesaria para disfrutar de la condición de turista. Y así, olvidada la primera mitad de la avenida, nos podemos quedar con la extraordinaria diversidad arquitectónica que también la distingue, y remontarnos hacia el Berlin intemporal a fuerza de temporal en el que hemos elegido vivir estos días".