26 de noviembre de 2010

26 de noviembre de 2010: el "tonto útil" también es un "tonto inútil"


Nómada sin papeles en regla en la República de las Letras, pasa uno estos días exiliado, ajeno a su mundo culto, pacífico y refinado. Vive en la República del Dinero (aunque sabe uno que ambas repúblicas guardan estrechos vínculos hoy día) y va de sorpresa en sorpresa.

Si hace un par de días fue la aparición del propio fantasma con veinticinco años menos y la sensación de ser un "tonto útil" a la causa revolucionaria de los marxistas-leninistas a los que en algún tiempo se perteneció, ahora toca el turno, con no demasiadas horas de diferencia, de saberse además, tonto "inútil".

Un conocido, reputado exrevolucionario que mantiene intactas en su imaginario las grandes causas por las que hay que luchar, sólo que moderado por el "realismo", firme ecologista, antiimperialista, antisionista (o antisemita eso nunca se sabe), feminista, defensor de los derechos de los inmigrantes y de la libertad de elección y del derecho a decidir y no sé cuántas cosas más, todas ellas respetables y muchas de ellas compartidas por uno, ha conseguido combinar esta parafernalia izquierdista empaquetada con su presentación al curso de directores profesionales que la Administración catalana ha propuesto para acabar con la enseñanza pública en este país.

A este curso pensado para convertir a los directores de los centros en casta aparte, ya no neutros representantes de la Administración sino capataces que gobiernen los centros al modo de los cotos privados de caza, introduciendo criterios empresariales en la dirección de la enseñanza y asegurando la progresiva indefensión laboral y las pérdidas de derechos de los asalariados (profesores, maestros y administrativos), opta este conocido que seguirá votando, como desde que lo conozco, Iniciativa per Catalunya - Els Verds sin ningún pudor. Ha decidido colaborar activamente con las políticas neoliberales de la Administración catalana y mantendrá, me temo, su adscripción política tan de izquierdas.

Si dentro de poco, como representante sindical, me topo con él, temo que su mirada coincidirá en un aspecto con la del joven aparatchiki de CCOO. Para él seré, presumiblemente (no, seguro, dejémonos de falsas modestias acerca de la impredecible conducta humana, hay casos en que a uno le parece que es posible anticiparlas con exactitud matemática, aunque no sea cierto), para él seré, decía, también un "tonto". Sólo que en este caso, el tonto no será útil sino absolutamente inútil: un obstáculo de buenas a primeras; un impedimento a la modernización y el progreso del país con sus traasnochadas ideas sindicales de defensa de los asalariados, defensa corporativa que olvida los intereses máximamente generales. Casi prefiero al joven marxista-leninista...

Eso sí, el futuro capataz seguriá siendo más progresista que nadie, adscrito a todas las causas políticamente correctas y fiel a su imaginario. Fiel a ese imaginario que le permite creerse moralmente íntegro y de izquierdas mientras sirve como un lacayo a las políticas de ese Capital del que abomina.

Dios le pille a uno confesado...