20 de noviembre de 2010

20 de noviembre de 2010: Ana Pérez Cañamares y el grado cero de la poesía (I)



La ocurrencia de Roland Barthes "el grado cero de la escritura" es lo primero que me vino a la cabeza mientras leía Alfabeto de cicatrices de Ana Pérez Cañamares. Digo ocurrencia porque, en rigor, no se trata de un concepto aunque muchos culturalistas de los departamentos de literatura norteamericanos quiera considerarlo como tal. Uno es de la opinión que Barthes era un excelente escritor, original, inventivo pero poco riguroso como científico. Así, si se busca una definición clara y simple de la expresión "el grado cero de la escritura" la decepción será inevitable. Está mal definida, es ambigua e imprecisa. Sin embargo, es sugerente y ahí está su éxito.

De esta capacidad para sugerir tomo una de sus vertientes que me parece la más próxima a la que tenía en mente conforme iba avanzando por el texto de Ana (la cursiva es propia):

"Guardando las distancias, la escritura en su grado cero es en el fondo una escritura indicativa o si se quiere amodal; sería justo decir que se trata de una escritura de periodista si, precisamente, el periodismo no desarrollara por lo general formas optativas o imperativas (es decir patéticas). La nueva escritura neutra se coloca en medio de esos gritos y de esos juicios sin participar de ellos... realiza un estilo de la ausencia que es casi una ausencia ideal de estilo; la escritura se reduce pues a un modo negativo en el cual los caracteres sociales o míticos de un lenguaje se aniquilan en favor de un estado neutro e inerte de la forma; el pensamiento conserva así toda su responsabilidad, sin cubrirse con un compromiso accesorio de la forma en una Historia que no le pertenece. Si la escritura de Flaubert contiene una Ley, si la de Mallarmé postula un silencio, si otras, la de Proust, Céline, Queneau, Prévert, cada cual a su modo, se fundan en la existencia de una naturaleza social, si todas estas escrituras implican una opacidad de la forma... la escritura neutra recupera realmente la condición primera del arte clásico: la instrumentalidad"

Del batiburrillo, una idea: hay escrituras extremadamente depuradas que se acercan mucho a la mera indicación, al acto de mostrar, a una especie de ostensividad que podría, permítaseme la licencia literaria, semejar el señalamiento de una pura referencia. Pues bien, el libro de Ana es uno de los más logrados, como ejercicio de un grado cero de la escritura en la poesía narrativa, que he leído en los últimos tiempos.