31 de octubre de 2010

31 de octubre de 2010: "Carmen" y la sobredeterminación de los datos


Y empezó, por fin, la humilde temporada de ópera que el Liceo planifica a un alto precio para uno con la siempre gentil y grata Carmen de Bizet. Como el pplacer y la diversión fueron indiscutibles me gustaría detenerme en un detalle que ilustra, una vez más, un problema filosófico que es, al tiempo, artístico y político: vital, en fin.

Calixto Bieito es un escenógrafo por el que siento una profunda admiración a pesar de que ya me resulten "normales" sus provocaciones. Eso, en realidad, habla en favor de su capacidad para transgredir reflexivamente (o, históricamente, de la evolución en la aceptación de las "transgresiones"). De hecho, comentándolo durante el entreacto con un conocido -poco amante del trabajo de Bieito-, es indiscutible que ya poca gente se escandaliza con sus montajes y que su lenguaje se ha integrado, de alguna manera, en el panorama teatral dominante, lo cual no es poco.

Una muestra puede hallarse en el excelente Blog IN FERNEM LAND:

"Bieito, o mejor dicho, el Liceu nos jam hecho creer que la produccióin era nueva y no es cierto. Básicamente estamos viendo el mismo espectáculo que el que se vió en el Festival de Perelada, con algún que otro añadido, pero es igual. En cambio, yo no soy el mismo, he cambiado y he evolucionado, y ayer, todo y ver la representación utilizando la televisión del teatro, me pareció una representación de gran categoría y nivel.

Casi todo aquello que en 1999 me exasperó, ahora me ha parecido que tenía todo el sentido y me he creído y he seguido perfectamente la historia".

("Bieito o més ben dit, el Liceu ens han fet creure que la producció era nova i no és cert. Bàsicament estem veient el mateix espectacle que el que es va veure al Festival de Peralada, amb algun que altre afegitó, però és igual. En canvi, jo no sóc el mateix, he canviat i he evolucionat, i ahir, tot i veure la representació utilitzant la televisió del teatre, em va semblar una representació de gran categoria i nivell.

Quasi tot el que a l’any 1999 em va exasperar, ara m’ha semblat que tenia tot el sentit i m’he cregut i he seguit perfectament la història.")

Bieito aporta un notable sentido del humor a Carmen (excelente la idea de situar la trama inicial en el Cuerpo de Guardia de un destacamento de la Legión) aparte de una dramaturgia ágil y atractiva que, en un par de pasajes motivó la respuesta del habitualmente morigerado público del Liceu. El primero fue cuando, al inicio del segundo acto, se descubre la figura de un Toro de Osborne presidiendo el escenario. Algunos abucheos de espectadores que realizaron una lectura política -razonable en aquel momento al entender de uno- de la dramaturgia. El segundo se produjo cuando el Toro fue derribado. Supongo que el mismo sector de espectadores aplaudió fervorosamente. De nuevo parecería que se está ante una interpretación política legítima de un acto artístico. A uno también se lo pareció todo y encontrarlo gratuito.

El problema surgió cuando de camino a casa Rambla arriba le comenté a Esther que me había parecido eso, "gratuito", y que pensaba que Bieito era un autor más equilibrado y sutil con sus tomas de posición políticas en sus obras artísticas. Fue entonces cuando Esther me demostró el porqué de la caída del Toro con razones puramente técnicas, dramatúrgicas: para la construcción de la escena siguiente sin alterar el ritmo narrativo no había otra solución que derribarlo y desmontarlo en el suelo mientras la música seguía. Cualquier otra solución sin grúas u otros artilugios era poco viable o interrumpiría la transición. Así, derribo y desmontaje podían, es más, quizás debían, ser explicadas dramatúrgicamente. Sin embargo, una porción del público entendió una toma de posición manifiesta y política demasiado obvia y, en opinión de uno, incongruente con la dramaturgia de Bieito. Tan sólo sería consistente si, apurando, siguiéramos por el camino humorístico tanto en el caso de la irrupción del Toro como en el de su posterior derribo. Mas en este caso la legitimidad de la lectura política se vuelve superflua.

Un nuevo ejemplo de la sobredeterminación de los datos por nuestras teorías y, por lo que hace a uno, una nueva muestra que la sistemática lectura política de cualquier acto artístico puede ser, en ocasiones, desde un exceso a simplemente -y este creo que es el caso- un despropósito.