26 de septiembre de 2010

26 de septiembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (V). Brandeburg Tor



25 de julio de 2010. Segunda parte.

"Después de presenciar alguna prueba más de la yuxtaposición de diversas temporalidades en espacios próximos, por ejemplo una antigua hippy en su furgoneta Volkswagen decorada al más puro estilo de la psicodelia que se dejaba fotografiar en su tinglado a cambio de una módica cantidad, pusimos rumbo a Alexanderplatz para buscar un restaurante. Comimos en un thailandés que no modificó demasiado mi escaso aprecio por esa cocina y sin apenas tiempo para digerir, a coger el autobús que por la hermosa Unter der Linden de Christa Wolf lleva hasta el corazón del Berlin monumental.

La primera parada tras bajar fue el imponente Reichstag. Uno, fiel a su memoria imaginaria, estaba más fascinado por los impactos del combate que soviéticos y alemanes libraron por su control en los últimos días de abril de 1945 que por su arquitectura o su majestuosidad. Aquel edificio, que había sido bombardeado repetidas veces desde el comienzo de la batalla por la capital, fue el objetivo de más de noventa piezas de artillería de entre 152 y 203 mm. durante el día 30 de abril. En las horas previas al asalto, descargaron cientos de obuses como preparación para la conquista del que Stalin había designado como "símbolo de la victoria sobre la bestia fascista". La 150ª división de fusileros del Ejército Rojo se enfrentó durante todo un día a unos cinco o seis mil alemanes, en su mayoría SS, y a última hora de la tarde consiguió entrar en el edificio. Entonces comenzó la segunda parte de la batalla: la lucha planta por planta. No sería hasta las 11 de la noche que los exploradores Mikhail Yegorov y Meliton Kantaria, protegidos por un pelotón, levantaran la bandera roja sobre una brecha de la estatua alegórica Germania del alero frontal del Reichstag mientras en muchas dependencias se seguía luchando cuerpo a cuerpo. Finalmente, a las seis de la mañana del 1 de mayo, los últimos nazis se rindieron y el símbolo cayó oficialmente en manos soviéticas aunque el día 2 todavía había tiroteos aislados en el interior.


Es indiscutible que Stalin acertó al elegir el símbolo y la fotografía de Yegorov colocando la bandera es, junto a la de los marines en Iwo Jima una de las más famosas y cargadas de sentido de la contienda. Viéndolo de cerca uno se pregunta cómo pudieron luchar varios miles de soldados en tan poco espacio durante casi dos días y no alcanza, evidentemente, a responder de ninguna manera.

Busqué el ángulo para fotografiar desde abajo el lugar pero no recordaba exactamente la situación de la estatua ni tampoco la reconocí. Tomé varias instantáneas pero cuando ya había acabado supe que ninguna resistiría la prueba de esa simetría imaginaria que deseaba. La mayoría de los hombres sufrimos la historia desde el suelo: pasa sobre nuestras cabezas como nubes a veces en forma de tempestad que deja aguaceros, otras deja chaparroones y las más una simple lluvia fina o un lejano tronar y relampaguear. Pero en ocasiones la historia no nos pasa únicamente por encima. En ocasiones estamos en el mismo núcleo de la tormenta, como le pasó a Yegorov: entonces no padecemos la historia, la protagonizamos..

A pocos metros, la puerta de Brandenburgo me volvió a demostrar que el imaginario tiene sus propias reglas la mayoría de las cuales están orientadas a asegurar que la realidad no desbarate una magnífica ficción. La Tor, por su lado este, está encajonada por los edificios de la Pariser Platz: las grandiosas embajadas de Estados Unidos y Francia, los edificios del Dresdner, del DZ Bank y la Academia de las Artes empalidecen el esplendor de la Victoria y su columnata que desde el lado oeste, el que da al Tiergarten, más despejado, no se aprecian de la misma manera. Esta reducción de un icono que recordaba de imágenes televisivas y fotografías, solitario, escueto, grandioso, imperial, a un monumento oprimido por la ciudad en crecimiento, por el aprovechamiento inmobiliario tiene, con todo, un aspecto tranquilizador. La peligrosa épica -inseparable de la construcción totalitaria- de la puerta del Este, de la grandeza germánico-prusiana que mira hacia las vastas extensiones eslavas y condensa todo una mitología, se desvanece para abrirse al monumento histórico en su contingencia e insignificancia."